Capítulo 5

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Alrededor de al medio día, Esme fue dada de alta. Los últimos análisis de sangre habían confirmado que estaba perfectamente de salud. Por lo cual podría irse a casa.                               
Al llegar a su casa, Eloísa y Lorena le prepararon a su madre la comida  ayudándola para que se echara un rato, Esme con tanta atención por parte de sus hijas aceptó gustosa.

Por la tarde, llegó el turno de Eloísa, comenzó a trabajar en el restaurante sirviendo la cena a los comensales. En el salón, esa noche no había mucha gente,  y en una mesa se encontraba  cenando solo Emilio.

―Buenas noches Eloísa, qué gusto me da de verla. ―Pronunció con sarcasmo Emilio acercándose una copa de vino a sus labios. Sus ojos claros escaneaban a Eloísa.

―Buenas noches Emilio. Qué es lo que va tomar.

Con una sonrisa cínica, Emilio le contestó a Eloísa intentando sacar más provecho de ella. Si aquella noche Mariola había decidido irse a disfrutar por libre, ¿por qué no lo podía hacer él?

―Me gustaría saber si cuando termines tu trabajo querías acompañarme a tomar una copa...y no sé a bailar un rato.

―No. ―Sin decir nada más Eloísa se marchó. Aquella negación solo fue una broma para Emilio. No era un hombre mujeriego, porque toda su atención siempre se la había prestado a una sola mujer. Y esa misma mujer no estaba a su lado. Algo entristecido, Emilio comenzó a cenar. En todo el tiempo que Eloísa le llevaba los platos y se los retiraba de la mesa, apenas se dirigían la palabra.

Al llevarle el postre, antes de marcharse, éste arrepentido por haberle propuesto antes salir con él, se disculpó con ella.

―Siento mucho Eloísa si la he ofendido, en realidad no era mi intención. Lamento si ha mal interpretado mis palabras.

―Tranquilo, tipos como tú los despacho en enseguida.

―Es un alivio saberlo. Ahora si no le importa tráigame un café, y tómese otro café yo la invito.

―Gracias. Ahora mismo le traigo el café.

Mientras Eloísa esperaba que su compañera le pusiera el café, miraba con atención a Emilio. Sin duda era un hombre hermoso, con rasgos de buena persona y por su manera de expresarse se notaba que amaba a Mariola. Pero aquella noche su sonrisa no era la misma, su gesto estaba apagado y sus ojos no dejaban de mirar el color rosado del vino. Por un instante Eloísa sintió lástima por aquel hombre incluso llegándose a compadecer de él. Por lo cual, recapacitó y aceptó irse con él a tomar una copa y bailar.

Aquella noche, el ambiente en la disco era animado. La gente bailaba al son de la música de reggaetón, salsa y algo de dance. En un rincón de la barra Eloísa pedía las cervezas. Aquel lugar le encantaba, no era donde ella solía ir con Armando, pero siempre quiso ir a esa disco y esa noche era su  gran oportunidad.

―Que tal Emilio, te gusta el lugar.―La música retumbaba en los altavoces, por lo cual era muy difícil hablar, por ello no le quedo de otra que arrimarse más hasta su oído para poder hablarle. Nada más acercarse, Eloísa pudo oler su fragancia que sin quererlo respiró alucinando por ese olor masculino.

―Está bien, gracias. Ahora ven vayamos a bailar.

Sin poder salir de su asombro, Eloísa aceptó la mano de Emilio y dispuesta a disfrutar de la noche se dejó llevar por ese atractivo hombre.

Entrada la madrugada, Emilio acompañaba a Eloísa a su casa. Lo que en un principio había sido una noche solitaria y triste, había terminado bien. La compañía de Eloísa le hizo bien y se lo pasó mejor de lo que hubiera pensado. Tras despedirse de ella con un beso en su mejilla, este se montó en el coche que había alquilado el primer día que llegaron de vacaciones  y se marchó quedando en verse en otro momento.

CONCÉDEME EL DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora