48: Un último día

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Estábamos sentados en un banco, en el balcón de mi residencia. Hacía una tarde fresca, ya que por la mañana había llovido. Estábamos tomando una cerveza y yo tenía mis piernas sobre las suyas. Aprovechando que no había nadie más allí, nos estábamos pegando el lote, coloquialmente hablando. Siempre teníamos tantas cosas de las que hablar cuando estábamos juntos que muchas veces el romanticismo empalagoso típico del cine adolescente no existía, pues las sesiones tan largas de besos solo aparecían una vez cada doscientos mil  temas acabados. Y cuando teníamos intimidad.

-¿Ya tienes la maleta preparada?- Me preguntó Marc, mientras tenía las manos ocupadas acariciándome las rodillas, que ya apenas había ni rastro de las costras de mi caída en el puerto.

-Cinco días- Dije, emocionada-. Estoy muy nerviosa...

-Para variar- Dijo, y luego no pudo aguantar la risa. Yo le di un golpe en el brazo, juguetona, y él luego volvió a besarme.

A veces esos besos me parecían tan intrépidos e impredecibles que soltaba un suspiro de sorpresa, pero luego me acomodaba entre sus labios. Mañana por la mañana salía nuestro avión a París, así que esta noche Marc dormiría conmigo (y con Ari) para mañana que el pobre Marc no tuviera que madrugar más, porque hasta el aeropuerto hay más rato des de Cervera que des de Barcelona, claramente. Y así, pues ya estábamos juntos. A mi me parecía un plan redondo.

-Tengo ganas de ir- Le dije, y después sonreí-. Vas a cansarte de mi esta semana.

-Lo dudo mucho- Rió-. ¿Sabes? Será la primera vez que estemos solos de verdad.

-¿A que te refieres?

-A que ni mis padres ni Ari ni nadie nos molestarán- Dijo con una sonrisa pícara.

Volví a besarle, de nuevo, si. Así le demostraba que en realidad ahora tampoco nos molestaba nadie, igualmente, yo no solo quería estar en la verdadera intimidad con Marc, completamente seguros de que nadie va a interrumpirnos, ya que también tenía ganas de ver como era el vivir juntos, aunque solo fueran cinco días, eran más que suficientes para que me viera en mi posición más perfeccionista en cuanto al orden, sin embargo sabía que Marc era lo suficiente limpio como para no echarle la bronca cada cinco minutos.

-Por cierto, ¿sabes que día es pasado mañana?- Le pregunté.

-Once de Julio- Contestó, a secas. Era más que el once de Julio. Tras unos instantes de silencio, en el que nos mirábamos esperando la respuesta acertada, él estalló en risas-. Que si..., que si... ¡Que cumplimos un mes!

-¡Bien...!- Exclamé yo, contagiándome de su alegría-. ¡Lo has acertado!, toma tu premio- Le di un beso casto.

-Un mes... Que se dice pronto- Estaba pensativo-. A mi me ha parecido otra vida.

-Si, ¿verdad? Han pasado muchísimas cosas este mes.

-Como descubrir que las Tortugas Ninja son pintores- Dijo entre risas-. O nuestro primer Kiki- Buena forma de referirte al sexo. Yo le di un codazo.

-Como se nota que eres hombre...

-También recuerdo cuando mi padre te dijo que quería que estuvieras junto a él en pit lane- Continuó-. ¿Sabes? Pregunta mucho por ti, le has caído genial.

-Genial- Respondí yo, fijándome en otra cosa ajena a nuestra conversación.

Aunque estaba lejos, entrando, por el pasillo de la residencia que iba hacia el ascensor, pude distinguir que era Xade quien estaba allá. No sabía cuando me iba, pero si venía a despedirse de mi había acertado el día completamente. Le dije a Marc que allí estaba Xade, y que iba a saludarle, o a ver lo que quería, si es que venía a por mí. Así que me levanté de ese sofá exterior y cruzando la salita llegué a él.

A mil latidos por hora (Marc Marquez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora