Capítulo 5

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Los días seguían pasando y yo sentía que acabaría volviéndome loco

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Los días seguían pasando y yo sentía que acabaría volviéndome loco. 

Llevaba más de un mes sin saber nada de Santiago, y la discusión que tuvimos ocupaba la mayor parte de mis pensamientos. Ya no había nada que pudiera hacer para evitarlo; me sentía fatal.

Mi orgullo me detenía cada vez que me veía tentado a hablar con Gigi. Pero ese día, cuando la culpa y la angustia hicieron de mi día una auténtica mierda, decidí mandar todo al diablo y llamarla. En media hora la tenía sentada en el sofá de mi casa, mirándome con una expresión que parecía una combinación extraña de enojo y lástima.

—La cagué pero bien cagada —comencé, apoyando los codos sobre las rodillas.

—Ya imagino que sí, ¿qué pasó?

—Se enojó conmigo por una estupidez que dije y ahora no me habla.

Gigi se quedó en silencio, mirándome expectante. Yo mantuve la boca cerrada como si mi explicación hubiese sido la más contundente del mundo, y solo hasta que recibí un coscorrón y algunos insultos de su tierra natal, me animé a contarle todo con lujo de detalles, incluso las partes más vergonzosas. Detestaba ver la sorpresa dibujada por toda su cara porque sabía lo que estaba pensando, la conocía demasiado bien.

—Yo también me enojaría contigo. Es que tú lo que tienes es un corcho, no un cerebro. ¿Para qué dices mentiras?

Bufé cruzando los brazos, empacado.

—Porque las cosas deberían ser así. Yo ni siquiera tendría que haber ido a su casa, no tendría que haberme quedado y...

—Sí, sí, repasemos todo lo que según tú no debería haber pasado, y yo confirmo cada vez más que eres sendo mamahuevo, Lucas. Mira, no hagas que me ponga arrecha porque te meto otro coñazo.

Lo peor que podía pasarme era ver a Gigi enojada. Su alma venezolana salía a flote cuando se ponía "arrecha" y en ocasiones no entendía nada de lo que decía.

—Ya, cálmate, quiero tratar de arreglar las cosas...

—Claro, si tú le llamas arreglar a lo que hiciste, entonces mejor no arregles nada. No me enoja que Santiago se haya molestado contigo, lo que me molesta es que tú niegues algo que está clarísimo. ¿A qué le tienes tanto miedo, Lucas?, ¿no hablé contigo la otra vez?

—Sí, ya sé, ¡ya sé! —Me agarré la cabeza, molesto—. El problema es que ahora no quiere ni verme, me echó casi a patadas de su casa, ¿qué se supone que haga? No me da la cara para plantarme en su casa y hablar con él, no después de haber arruinado todo. Quizá las cosas están mejor así... Tal vez esto tenía que pasar para que yo me alejara definitivamente de él.

ñuelamadre contigo, chamo... —se levantó de golpe y me jaló la patilla con fuerza. Yo chillé, agarrándole la mano—. Deja de ser un niño miedoso y enfrenta lo que te está pasando, coño e' la madre. El tipo te gusta, ya está, asúmelo, mamahuevo, enfrenta tus miedos de una maldita vez y deja de estar sufriendo. Santiago te gusta, ya está.

El chico del vestido rojoWhere stories live. Discover now