VII

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—¿No crees que está muy brillante? —un pequeño giro y una mueca insegura se mostró en el espejo frente a la bella rubia que modelaba.

—Para nada. Además, ese color combina con tus ojos —se levantó del pequeño sillón para acomodar la falda color cielo resplandeciente.

—No lo sé Serena...

—¡Vamos, te ves bien! Créeme, ese es el vestido.

Otra actividad que había descubierto le encantaba, era el salir a comprar, o simplemente pasear, por los shoppings, más aún cuando era con su loca amiga patinadora.

Poder disfrutar de toda una tarde en su compañía; charlando, bromeando, y divirtiéndose para ella no tenía precio. Aquella chica se había ganado un lugar invaluable en su corazón, luego de abrirle el suyo ese primer día de clases luego del accidente.

Con un simple: "¡hey, eres la chica del incidente en la fiesta!" y una mueca de sorpresa e inseguridad como respuesta comenzó todo. Es sorprendente pensar como las personas que conviven tanto tiempo, realmente, no sean capaces de verse. Korrina no había notado jamás a Serena hasta ese momento, y honestamente, ella tampoco.

El que ahora sean tan unidas en verdad era sorprendente, en verdad las relaciones humanas eran efímeras e impresionantes, nada es seguro y eso las hacía aún más valiosas; cuidar lo que se tiene y esperar lo que se viene, era algo que estaba aprendiendo a aplicar.

Como Serena prometió, luego de salir de la escuela fueron en búsqueda del afanado vestido. Poder ayudarla con su dilema, como ella lo había hecho con su corazón apenas conocerla, le parecía el pago más carente que podía ofrecerle en ese momento. Mas, se había prometido jamás abandonarse; en las notas buenas y malas, en los días de histeria y los alegres y hasta en las actividades deportivas. Sí, eran buenas amigas.

—¡Gracias por su compra! —escucharon el canturreo de la vendedora al salir de la tienda.

—Creí que tú también te comprarías algo —inclinó su rostro y elevó sus ojos a los de ella, la mirada era sugerente y lo sabía.

—¿Por qué lo haría? —No la miró, no era capaz de fingir desentenderse cuando su garganta se cerraba traicionera.

—¡Oh vamos Serena! —se irguió y colocó sus manos tras su espalda—. No me digas que no te preocupa cómo te verás esta noche.

¿Preocuparle? Su parte más vanidosa y fantasiosa le gritó dentro suyo que sí, que no tenía nada nuevo que ponerse, y no quería lucir desalineada frente a él. Pero, ella sabía que eso jamás le importó, que, si era bella o no él nunca lo había notado. Y tampoco es que a ella le hubiese importado mucho; de niña siempre le gustó verse bien, pero no fue para llamar su atención o la de las demás personas, lo hacía porque se sentía bien consigo misma y no podía concebir no verse perfectamente bien frente al espejo todos los días.

Sonaba ególatra, sí, pero no era nada de eso. De todos modos, nunca fue de tener amigos, o quizás no muchos, por lo que ella más que nadie sabía que la apariencia no era lo más importante.

Además, sabía perfectamente el motivo de esa cena. A pesar de los años que han pasado y de lo mucho que ambos habían cambiado, sus madres siempre se vieron preocupadas por el desconocido motivo por el cual se alejaron. Lo sabía, su mamá siempre le preguntaba si lo veía en la escuela, que hacía, cómo le iba. Serena no era de muchas palabras, no era un tema que gustaba de hablar con tanta facilidad.

Aún sentía ese dolor en el pecho por todo lo que le había causado, lo que lo había obligado a soportar. Dios... ¡él tuvo que cargar con ella todo el tiempo porque no sabía enfrentar sus problemas sola! Cada vez que lo sopesaba se sentía fatal, aún no era capaz de enfrentarlo, los pocos años que habían pasado no compensaban todos los que él soportó con ella.

What i don't see...Where stories live. Discover now