Cuando era niño deseaba ser grande, ahora que lo soy me odio de niño por pedir estupideces, la vida adulta es una mierda, una sola decisión mal tomada jode tu vida para siempre.

《¿Por qué la vida es tan jodida?》

(...)

Los fines de semana son mi momento de descanso —aunque Abby no me deja dormir muy tarde— suelo levantarme sobre las diez, pero este sábado es especial, por ello estoy despierto a las ocho de la mañana preparando el desayuno para mi hija, mi madre y para mí; hoy es nuestra segunda cita.

Anoche entre mis divagaciones decidí que mi bebé no iría hoy conmigo a pesar de que Sam también la incluyó en los planes, la razón es sencilla, deseo conocer primero a Samantha y ver si esto funcionará, no quiero que ella se acostumbre o quiera a alguien que luego se aleje; es mi manera de protegerla.

Por esa razón he llamado a mi madre y le pedí si me ayudara cuidandola, luego de un interrogatorio extenso sobre qué voy hacer, estuvo encantada de ayudarme.

La puerta sonó y supe de quién se trataba, Abby justo estaba bajando de su habitación cuando escuchó la puerta y se acercó para preguntar.

—¿Quién es? —Ella está parada frente a la puerta y yo la observo desde la cocina.

—Soy yo. —Veo a mi hija arrugar el entrecejo y acercarse un poco más.

—¿Yo quién? —Solo rió entre dientes, mi bebé es una cosa seria, se perfectamente que sabe quién es pero solo lo hace para exasperar a la otra persona.

—Abby por Dios ábre que estoy cargando un pastel muy pesado. —Ella al escucharla abre mucho sus ojos y sin pensarlo más le abre emocionada hasta que ve las manos de su abuela vacías.

—Abuelaaaaaa y el pastel. —Un puchero se asoma de sus labios.

—Abby, ¿Acaso esas son formas de saludar a tu abuela? —Le miro mientras sigo volteando los panqueques.

—Pero papi yo quería pastel. —Suspiro al escucharla y solo la miro con algo de severidad —Está bien, hola abuela ¿Sabías que engañar es malo?

—¡Abby! —Le regaño mientras mamá solo ríe, siempre consintiendola.

—¿Qué tal si en nuestro día de chicas hacemos un pastel? —Parece que los ojos de mi pequeña pueden iluminar una ciudad entera por la emoción y luz que transmiten.

—Si, si, si. —Yo sólo niego con mi cabeza y suspiro, Abby es una niña consentida.

Mi madre se acerca a mí y me abraza como saludo, yo le devuelvo el abrazo y en menos de dos minutos ya se ha adueñado de la cocina.

—Mamá estoy cocinando. —Ella solo me ignora.

—Lo sé, yo termino ve a ponerte guapo. —Ruedo los ojos pero le hago caso, aprovechó su ayuda para ir a bañarme y arreglarme, cuando bajo ya el desayuno está servido.

Desayuno con mi familia, al terminar veo la hora y se que es momento; no sé si esto saldrá bien, no solo por el hecho de que tendrá una cita con una empleada, sino con una que le llevó muchos años, en algunos lugares me consideran un viejo verde.

La noche anterior Samantha me había enviado su dirección, por ello luego de despedirme de mamá y mi hija solo subí al auto y conduje hasta el otro lado de la ciudad —que es donde vive Samantha—. La música en la radio es tranquila, el cielo está totalmente soleado como si me sonriera y me dijera que las cosas van a ir bien, suspiro mientras trato de no perderme en mis pensamientos, hoy no va a ser un día triste; o eso espero.

RenacerWhere stories live. Discover now