─ ¿Qué sabes de Perrie?

Quería volver a verla, me agradó mucho esa ves en que la conocí y a pesar de solo tener minutos de conocernos, ella y desde luego Casandra, hicieron todo lo posible por ayudarme a olvidar ese mal rato.

─Es la esposa de un hombre que quería asociarse a la empresa de mi padre.

─ ¿Es todo?

Suspiró y se encogió de hombros.

─No suelo interesarme en las esposas de mis socios.

─ ¿Asistirán a la cena?─ entré al auto.

Removió el cuello de su traje hecho a la medida. Se veía muy guapo, su ceño fruncido le daba ese sexy pero horrible toque de hombre malo y prepotente.

Subió al auto e hizo algo en su celular. Seguía esperando una respuesta, pero él simplemente no me la daba. Parecía que no había siquiera articulado palabra hace unos minutos.

─Zac...

─No sé, pero necesito que esta vez evites escabullirte con cualquier persona, Megan─ su voz era seria─. No da una buena impresión que te alejes de mí en cuanto me distraigo.

─Sólo intento ser amable con las personas.

Negó. Él no aprobaba que tuviera algún tipo de relación con nadie que no fuera él y eso me disgustaba en cierto modo. Necesitaba por una vez en mi vida tener a alguien que me entendiera, que escuchara cuando necesitaba desahogarme y que me aconsejara. Un confidente.

─Cuando eres la esposa de un hombre influyente, cariño─ me escrutó─. No tienes que ser amable con nadie.

En ocasiones sólo necesitaba que alguien me dijera que todo estaría bien, pero que no sólo fuera un cumplido... necesitaba que fuera verdad.

Asentí, no tenía caso pelear con él por un tema que evidentemente no ganaría. Giré hacía la ventana, observando el conocido paisaje que veía siempre que salía con Zac. No es como si fuera a diario, pero él siempre iba al centro de la ciudad, es ahí donde sus empresas y hoteles están en su mejor apogeo.

─ ¿Cuántos socios tienes?

Ese, era un inútil intento por terminar con el horrible silencio que nos envolvía en el auto. Su mirada, intensa y poderosa me escrutó de manera fulminante, buscando al menos captar a que venía la pregunta.

─Yo ninguno, no los necesito.

Fruncí el ceño. Acababa de decirme que...

─Pero me hago cargo de las empresas de mi padre por temporadas, y él si tiene socios.

Asentí.

─Él insiste, así que cuando me hago cargo de ellas, los hombres, prácticamente se convierten en mis socios.

Su cara de disgusto me causaba gracia.

─El único que me agrada es Caleb, primer socio y mi mejor amigo.

─Oh.

Jamás me habían dado tantas explicaciones. Suponía que cuando se trataba de trabajo con gusto había tema de conversación de su parte.

Bajamos del auto. Tomó mi cintura y comenzamos a caminar hasta la entrada.

─Sonríe, nena.

Giré a verlo, confundida. Casi de inmediato fui cegada por flashes, uno tras otro. Fotógrafos pidiendo que giráramos para una buena captura y pidiendo poses extrañas.

─Hazlo─ ordenó en un susurro.

No éramos los únicos, pero definitivamente Zac era quien atraía más atención por parte de esos locos con cámaras.

Despiadado ©Where stories live. Discover now