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Kian Lawley como Sam Brooks

—Es un gusto, Sam—dije saliendo de mi estado de confusión y enojo—creo que necesito aire—dije después de unos minutos sin que nadie dijera nada

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—Es un gusto, Sam—dije saliendo de mi estado de confusión y enojo—creo que necesito aire—dije después de unos minutos sin que nadie dijera nada.

—¿Te acompaño? —preguntó Sam. Solo asentí levemente. Necesitaba a alguien en ese momento, y Beth no era la mejor opción.

Salimos del lugar por la puerta trasera. Sam abrió la puerta por mí y al salir no pude evitar poner mis manos en mi cara en signo de frustración.

—¿Estás bien? —preguntó Sam levemente.

—No, creo que no—dije negando con mi cabeza. No me sentía para nada bien. Me sentía la basura más malditamente grande del mundo.

—¿Hay algo en lo que pueda ayudar? —preguntó de nuevo Sam y sentí ternura hacia él. Ni siquiera debía estar aquí aguantando mi ataque de pánico, pero lo estaba haciendo.

—¿Crees que puedas llevarme de vuelta a la casa de Beth? —le pregunté, ya que no quería volver a entrar y sentirme más mierda de lo que ya me sentía.

—Claro que sí. Entremos para avisarles y que no se preocupen—dijo tomando la puerta y abriéndola levemente.

—¡No! Por favor, no quiero entrar allí de nuevo—dije tomando su brazo, él se sorprendió pero soltó a puerta—tan solo envíale un mensaje a tu amigo y listo.

—Está bien, Rachel. Vámonos—dijo mientras sacaba su celular y enviaba el mensaje.

Caminamos hacia el estacionamiento mientras charlábamos un poco. Sam trataba de que olvidara lo que él no sabía que pasó. Me pareció aún más tierno.

Llegamos a su auto y abrió la puerta del copiloto por mí. Le sonreí en modo de agradecimiento.

Arrancó el auto y salimos del club. El camino hacia la casa de Beth fue sumamente corto. Agradecía al cielo poder llegar rápido y había sido una suerte que Beth me hubiera dado las llaves de su casa por precaución.

Al llegar, me apoyé contra la ventana del auto de Sam y suspiré.

—Gracias por esto, Sam. Creo que te debo una—dije sonriendo levemente—¿quieres pasar?

—No es nada—dijo devolviéndome la sonrisa. No me había percatado del piercing aro que tenía en su nariz. Se veía bien—y si no te molesta que entre, pues claro.

—No, no me molesta para nada—dije riendo—Vamos.

Salimos del auto al mismo tiempo y entramos a la casa. No pude evitar querer llorar al recordar que Beth me había dejado llegar hasta su casa, y que yo la había engañado.

—¿Quieres tomar algo? —le pregunté levemente mientras me quitaba los tacones, quedando considerablemente más baja que Sam.

—Quiero que me cuentes que te sucede—dijo acercándose a mí.

The worst thing I've ever done. {cancelada temporalmente}Where stories live. Discover now