Cuando me preguntan sobre lo peor que he hecho siempre me ahorro los detalles. Salto directamente a la parte principal. Les cuento que destruí a una persona que me amaba sobre todas las cosas.
Tan solo les cuento que hubo alguien que prendió fuego...
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—Y según tú, ¿por qué haría yo algo así? —le dije. Este chico me miraba tan intensamente que estuve a punto de sentirme intimidada.
—Es una broma, muñeca. Pero no pude evitar ver que estás sola y estás malditamente buena también—dijo prácticamente escaneando mi cuerpo. Ahora si me estaba empezando a sentir intimidada. Sentí mi cara sonrojarse y él sonrió.
—Pues no, no estoy sola. Las personas que estaban conmigo regresarán en unos minutos—dije y regresé a seguir tomando mi bebida. Me sentía incómoda pero a la vez emocionada porque un tipo tan atractivo estuviera hablándome.
—Espero que no lo hagan—dijo sonriendo cínico—pero esperaré sentado aquí junto a ti.
—Como gustes—dije levantando los hombros y regresando a mi bebida.
Sentía como me miraba constantemente. Y me gustaba tener su atención.
Habían pasado aproximadamente veinte minutos y Beth no aparecía. Era como si se la hubiera tragado la Tierra. Sin embargo, no estaba preocupada. Sabía que ella estaba con su grupo de amigos.
No podía negar que me sentía frustrada. Esperaba disfrutar de esta noche. Yo no era una persona que pudiera divertirse sola, siempre necesitaba a alguien para sentirme cómoda.
Los minutos seguían pasando y Beth no aparecía. Debían ser apenas las nueve de la noche y estaba desperdiciando la noche. Tenía que hacer algo.
Me giré hacia el muchacho con el que antes había hablado y tragándome todo mi orgullo, le hablé.
—Parece que nadie va a venir por mí. Pero eso no significa que no deba pasarla bien—dije tratando de entablar una conversación con él. Era atractivo y yo no debía desperdiciar esta oportunidad.
—Me alegra que nadie haya venido a buscarte, ahora te tengo solo para mí—dijo acercando su silla a la mía. Reí y me alejé.
—No tan rápido, muchacho—dije riendo—ni siquiera sé tu nombre y ya estás coqueteando conmigo. Que mal educado.
—Me llamo Zach Evans, muñeca—dijo. Su mirada era intensa.
—Es un gusto, Zach—dije y tomé su mano, lo que lo sorprendió—Yo soy Rachel Jones.
—Bueno, Rachel Jones, tú y yo vamos a pasar un buen momento hoy—dijo sonriendo coqueto y no pude evitar devolverle la sonrisa. Acercó su silla y se dirigió al barman—Un Martini para la señorita y un vodka para mí, por favor—sonreí.
El barman nos trajo nuestras bebidas y decidí que sería el único trago que tomaría esa noche. Seguimos hablando y descubrí que Zach también había vivido en Francia, pero que estaba haciendo la universidad en Londres.
