23. Tomate red

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Los meses pasaron de nuevo y Otabek nunca llegó. Yuri había comenzado su internado por requerimiento de la universidad y lo agradecía en verdad porque le dolía pensar que a su novio le pudo pasar algo malo. No había recibido mensajes en un tiempo, pero él le había avisado que estaría ausente por su vuelta a Almaty y por lo que le costaría conseguir el tiempo de descanso para ir a visitarle. Aun así, era demasiado tiempo sin saber de él y comenzaba a preocuparse, ocasionalmente le mandaba algún mensaje en espera de una respuesta, pero no parecía que fuera a tener respuesta pronto.

A cada hora del día revisaba su teléfono esperando tener algún mensaje nuevo, siempre era decepcionante ver sólo algunos de sus padres o de Saoirse -con quien hablaba bastante desde que ella se había mudado a Irlanda-.

Escuchó que le llamaban por el altavoz para reunirse con el director y tuvo que guardar su teléfono para poder acudir al llamado, estaba algo cansado pero lo bueno es que podría descansar todo el fin de semana sin interrupciones, el doble turno era maravilloso. Cerró los ojos y sobó su nuca, no sabía que podía querer el director, ya no causaba problemas por su temperamento, así que debía ser algo muy importante -nada que ver con su comportamiento-.

Saludó a la secretaria y tocó la puerta esperando a que le dieran el permiso para entrar, algo ansioso, más de lo normal, tal vez, le echaba la culpa a su madre por ello. Cuando escuchó el Adelante que murmuró el doctor, empujó la puerta y se quedó sorprendido al ver al otro presente dentro.

—Yuri, cierra por favor —pidió el mayor, poniéndose de pie.

El muchacho hizo caso, cerrando la puerta para acercarse a ellos, el desconocido le veía atentamente con la expresión más extraña que había visto en alguien, no podía descifrarla con claridad.

—Yuri, este joven está buscándote porque dice tener noticias importantes para ti —el doctor posó una mano sobre el hombro del joven—. Si...necesitas algo, puedes decirme.

El omega se sintió algo extrañado por la frase, pero asintió, solamente quería saber que pasaba para poder irse a casa a dormir, estaba exhausto y eso se le hacía completamente innecesario y extraño. El director salió de la oficina y les dejó a solas, recién entonces Yuri se dio cuenta del uniforme militar que el extraño portaba...eso no podía ser bueno.

—Yuri Nikiforov, soy el soldado Serik Abishev del primer escuadrón de primera división.

Se mordió el labio y le vió algo temeroso, el nombre y el rango...el escuadrón, no, eso no pintaba bien.

—He venido a buscarle... —pareció quedarse sin habla, había bajado la mirada un momento para volver a verle—. He venido a buscarle para entregarle esto —le tendió una caja envuelta en una bolsa azul de tela.

El omega parpadeó confundido y recibió la caja, acercándose al escritorio para abrirla con prisa, ver al soldado tan afligido le hacía sentirse confundido. La caja era negra, de madera, quitó la tapa con curiosidad y vió el contenido, una bandera kazaja doblada cuidadosamente, dos placas de identificación militar, un sobre blanco con su nombre y una carta dirigida a él por el comandante del ejército. Yuri contuvo la respiración y volvió a cerrar la caja, analizando lo que eso significaba, aunque su mente se negaba rotundamente a aceptarlo.

—Serik, ¿esto que significa? —preguntó, aunque estaba temiendo la respuesta.

El soldado bajo la mirada, sin relajar su pose de descanso, las manos estaban escondidas en su espalda y mejor porque no quería que viera lo apretados que tenía los puños.

—Lo lamento —atinó a murmurar, con la cabeza baja.

Tensó la mandíbula y pasó una mano por su frente, comenzando a asentir frenéticamente como si se lo estuviera diciendo muchas veces, en realidad parecía que su mente se había puesto en blanco y todos sus pensamientos se hubieran callado, ¿sus oídos estaban tapados acaso?
Cayó en la silla de repente y sintió su corazón oprimírsele en el pecho.

— ¿Hace cuánto...?

—Un par de meses, antes de volver de Canadá, hubo un problema y... —suspiró y tensó la mandíbula—. No pudimos encontrar su cuerpo, lo lamento.

—Lo entiendo —no podía dejar de asentir, cualquiera que lo viera diría que parecía lunático.

—Se...realizarán los trámites para que reciba la pensión que le corresponde.

—Otabek y yo no...

—Él lo estipuló así, antes de irse a Canadá.

Cerró los ojos y suspiró, asintiendo una última vez.

—Gracias.

—Con su permiso —se inclinó en una reverencia profunda y realmente apenada.

Escuchó la puerta al cerrarse y observó la caja con atención, no quería abrirla de nuevo...pero tenía que hacerlo para saber que eso era real. Deslizó los dedos por el borde de la tapa y con cuidado la jaló para ver de nueva cuenta el contenido, tomó el sobre blanco y lo abrió para sacar un par de páginas que desdobló dispuesto a leer.

Apenas pudo distinguir su nombre y cerró los ojos, doblando las hojas de nueva cuenta para guardarlas en el sobre con las manos temblorosas, la soltó en la caja y la tapó con prisa, envolviéndola de nuevo con la bolsa de tela. Se puso de pie y salió de la oficina con la caja pegada al pecho, pensando en muchas cosas y nada a la vez.

No escuchó a la secretaria despidiéndose de él ni tampoco a las enfermeras que se encontró en el camino, se colgó su mochila al hombro sin molestarse en cambiarse el uniforme, justo en ese momento no tenía cabeza para absolutamente nada. El camino a casa fue largo, jamás se le había hecho tan largo como ese día, estaba seguro de que se había perdido un par de veces y que terminó en el hogar de sus padres por mera coincidencia.

Al cruzar la puerta, hubo un silencio profundo, tanto en su hogar como en su cabeza, cualquier sonido que pudo haber escuchado de la ciudad se había callado ahora y no podía soportar ese silencio. Su madre asomó la cabeza de la cocina y le sonrió al verle, acercándose para recibir el típico abrazo de bienvenida, pero al ver su expresión supo que había pasado algo malo.

Yuri soltó un jadeo cuando su madre le rodeó con sus brazos y el sollozo escapó de sus labios de forma involuntaria, comenzando a llorar, ahora se sentía incapaz de detenerse.

Yuri soltó un jadeo cuando su madre le rodeó con sus brazos y el sollozo escapó de sus labios de forma involuntaria, comenzando a llorar, ahora se sentía incapaz de detenerse

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Hey y'all!

Me van a matar xD aún quedan dos caps! Seguro les gustan uwu ya saben que sin drama no hay Rave(?)

Gracias por leer, votar y comentar!
Lof, smooches y galletitas

Rae Rae (◡‿◡✿)

Red deliciousWhere stories live. Discover now