Agradezco que ya estoy lo suficientemente lejos de la escuela porque solo así me siento segura de sacar mis audífonos e hundirme escuchando canciones que expresan lo que yo no soy capaz de decir. Voy tan distraída que choco accidentalmente con una persona, mi cuerpo retrocede por el impacto y levanto mi rostro para disculparme.

Realmente que soy una estúpida.

— Lo siento, Jos —digo en un susurro.

— ¿Solamente por chocar conmigo? No te preocupes Emma, eso es lo menos que me has hecho —ríe con amargura—. Con permiso, no quiero interrumpir en tu camino..., otra vez.

— Jos esto no tiene porque ser a...

— José —me interrumpe.

— ¿Ah?

— Solo mis amigos me dicen Jos, está claro que tú y yo no somos amigos —me da una última mirada antes de esquivarme.

Por un instante me quedo perpleja en mi lugar, ¿desde cuándo ha inventado esa estúpida regla?, ¿por qué me molesta tanto?, ¿es justo enojarme cuando fui yo quien lo arruinó todo?, siento mi nariz arrugarse y doy media vuelta, sé que esa no es una buena señal, oh claro que no.

— ¿Por qué no podemos seguir siendo amigos? —elevo mi voz, él se detiene y noto su espalda tensarse por un segundo antes de que girar y encararme nuevamente. 

— ¿Quieres que volvamos a ser amigos de los que se besan? ¿Qué, no te gustan los besos de Alonso? —sonríe con amargura.

— ¡Ja! ¿Tanto lastimé tu ego al no corresponder tus sentimientos?

— ¿Mi ego? No me hagas reír, eres la menos indicada para hablarme sobre eso —responde con toda la tranquilidad del mundo—, ¿cómo sé que tu plan no fue conquistarme para alimentar tu arrogancia teniendo a Alonso y a mí en la palma de tu mano?

— ¡Me conoces perfec...

— No Emma, ese día me dí cuenta que no te conozco en lo absoluto... Tal vez solo me enamoré de una falsa versión de ti.

— ¿Crees que tú fuiste el único en salir lastimado?

— Sí, porque si tú tuvieras el corazón roto no estarías de risitas con Alonso.

— ¡Tú no sabes lo que yo siento! —siento mi voz cortarse.

— ¿Por qué quieres llorar? Se supone que tú no gustabas de mí.

Me cuesta respirar por aguantar las lágrimas que quiero expulsar, ni siquiera me duelen las palabras que dice (porque tiene razón en cada una de ellas), me duele el tono tan frío con el que las pronuncia, no hay ningún tipo de emoción, es como hablar con un robot, con alguien que no tiene alma.

— Te quiero en mi vida Jo..., José —admito.

Se queda mirándome por unos segundos en completo silencio, abre su boca dispuesto a hablar pero la cierra de último momento negando con la cabeza.

— Te dije que podíamos hablar con Fernanda, te dije que había una solución —suspira—. Tú decidiste no tenerme en tu vida, Emma.

Vuelve a dar media vuelta para comenzar a retirarse, no soy consciente de que estoy llorando hasta que sorbo mi nariz y él ya está muy lejos de mí..., y no hablo literalmente de la distancia.

*

De verdad que no quería venir al partido, pero Francisco me trajo arrastrando porque quería volver a sentirse un adolescente antes de titularse, así que, en contra de mi voluntad, aquí estamos.

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