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Se encontraba en una orilla de la piscina viendo al rubio nadar con su cabello mojado pegándole en su frente

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Se encontraba en una orilla de la piscina viendo al rubio nadar con su cabello mojado pegándole en su frente. No quería acercarse a él por dos simples razones; uno, aún no confiaba plenamente en él; dos, estaba desnudo. Evitaba mantener un contacto visual sobre él, pero le era imposible no fijarse en las clavículas marcadas de su pecho o en los músculos de su espalda, y cada vez que lo hacía un sonrojo fugaz aparecía en sus mejillas.

Bajo la mirada y vio su camisa flotando con los movimientos del agua. Se habían negado despojarse de sus prendas de la misma manera en la que lo hizo aquel sujeto, tenían mucho pudor como para hacer aquello. Pero no podía mentir, se sentía a gusto; el agua estaba a una temperatura cálida que lo hacía relajarse, pero que a la misma vez esa sensación le daba a entender que todo lo que estaba pasando era totalmente real. Cerró sus ojos por unos instantes y respiro profundo, si fuera el caso de que todo fuera la realidad pura no sabía que iba a proceder, ¿volvería a casa, podría ver a sus padres de nuevo?

Satanas existía, eso lo sabía, eso le habían enseñado desde pequeño, pero no sabía que un mundo como en el que él se encontraba existiera. Todo era ahí era majestuoso y bello, era exactamente igual a como describían el paraíso– de dios– en sus libros bíblicos. Era por ese motivo que no entendía porque un lugar tan hermoso, lleno de vida, podía ser el hábitat de seres tan oscuros.

Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando sintió dos manos pasar por su cintura. Pudo ver de cerca sus ojos azules, tan bellos que hacían que se quedara como hipnotizado al verlos.

Pequeño... — afirmó su agarre en su cintura — ¿por qué te has metido con ropa? — sonrió gracioso — No tienes que tener vergüenza de mí. Vamos, por lo menos quítate la camisa...

El rubio empezó a desabotonar su camisa blanca lentamente. El pulso del chico se aceleró, quería alejarlo y decirle que no lo tocara pero por algún motivo su cuerpo no reaccionaba, se sentía embelesado por su mirada. Y sin más su camisa se fue, quedando piel a piel con el rubio. Las manos ajenas que se encontraban en su cintura comenzaron a subir por su abdomen lentamente, tocando cada músculo de su torso y deteniéndose por unos instantes en uno de sus pezones para pellizcarle, provocado que un gemido suave saliera sin permiso de su boca. El rubio sonrió ladino y acercó el cuerpo del chico más a él, su boca fue directo a al cuello quedando solo a centímetros de su piel, JungKook podía sentir la respiración caliente en esa zona. Sin permiso alguno, el rubio atacó su cuello, mordiendo y pasando su lengua por la tersa piel. JungKook estaba conmocionado. Con mucho esfuerzo, más de lo necesario, llevó sus manos hasta el pecho del contrario para apartarlo pero era imposible, no podía moverse. Su cuerpo estaba paralizado. Su corazón se aceleró a mil cuando vio la situación, ese sujeto le estaba besando en el cuello, ¡un hombre! Un hombre le estaba tocando de tal manera. Recordó las palabras de su padre que alguna vez había dicho mientras leía una noticia en el periódico sobre las relaciones entre hombres, "Dios castigará sus pecados." , siempre le había tenido temor aquello, aunque secretamente nunca le había encontrado lo malo en que dos hombres quisieran estar juntos, por supuesto que su padre no podía darse cuenta de su manera de pensar. Sin embargo, algo era estar de acuerdo con ese tipo de relaciones y otra era estar en una situación así.

Sin darse cuenta, el rubio ya hacía un camino de besos por su mandíbula cada vez acercándose a su boca. JungKook sentía como el agua se volvía más caliente, a tal punto de empezar a sentir ardor en su piel. Su respiración se agitó más cuando el sujeto volvió a tomar de su cintura con sus grandes manos, pegando su pelvis con la de él, pidiendo sentir aquel bulto pegar en sus muslos. El mayor susurraba su nombre entre cada beso, disfrutando plenamente el tacto sobre la piel del chico. Había añorado tanto con tocarlo como se debía.

Y sucedió, lo beso.

Lento y profundo. Uno de los gemidos que le proporcionaba los roces de sus partes bajas, le hizo abrir su boca, dandole total acceso al rubio. Su lengua jugaba tímida con la del mayor, no sabía realmente que hacer. Había dejado de luchar por escapar y su cuerpo solo se rindió ante él. Pero no podía mentir, aquello no se sentía del todo mal.

Jung...Kook, eres tan... bello... tan tierno... —habló sobre sus labios— te voy hacer mío... sólo mío...

Era el momento. Si quería proteger al chico tenía que marcarlo, tenía que poseerlo.

 Si quería proteger al chico  tenía que marcarlo, tenía que poseerlo

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Helooo, it's me.

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