CAPÍTULO 5

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Teníamos que ir los dos a algún sitio a pasar la tarde y cenar.
Ese era nuestro trabajo, teníamos que hacer que la gente se enterase "de lo nuestro".

Esta situación era muy incómoda.

Ambos íbamos andando, junto a un incómodo silencio, cuando Daniel me cogió de la mano.
En ese momento lo primero que quise hacer fue apartarlo de mi pero después caí en que eso era imposible. Tenía que cumplir las normas.

He de reconocer que estaba nerviosa. Era surrealista que me pidiesen fingir estar enamorada de alguien a quien apenas conocía.
Bueno, " apenas conocía" no estaría bien dicho; "no conocía para nada" sería lo idóneo.

-¿Qué vamos a hacer?- Pregunté intentando romper esta situación incómoda.
-¿Te gusta la comida italiana?
-Me encanta.
-Conozco un restaurante Italiano cerca de aquí. ¿Te apetece ir? Si no quieres no eh; puedes decir que no te gusta.

Asentí con la cabeza.

-Siento como te he hablado al principio,- Dije. Creo que habíamos empezado con mal pie y ya que pasaría con el mucho tiempo quería que todo fuese bien- me gustaría que nos lleváramos bien.
-Tranquila, supongo que estarás nerviosa.- Añadió esbozando una ligera sonrisa.- Si te sirve de consuelo, tampoco eres la única.

Hizo que sonriera, no parecía tan mal chico...
Espera, espera, espera,... ¿Había hecho que sonriera? Wow.

-Y bueno,-dije- cuéntame algo sobre ti.
-Pues, uno de mis hobbies es huir de paparatzzis.- Respondió riendo.
-¿Eing?

Entonces, mientras Daniel me apretaba de la mano y me empujaba para salir corriendo, pude ver como un grupo de fotógrafos nos perseguían.

Llegamos a una pequeña calle apartada de donde estábamos.

-¡Espera! ¡Espera!- Dije como pude entre respiraciones de cansancio mientras paraba de correr poco a poco.
-¿Qué pasa?- Preguntó él.- Van a venir los paparatzzis, vamos.
-Claro, que fácil es decir eso cuando llevas zapatillas y estás acostumbrado a correr.

Me senté en el bordillo de la acera y me quité los tacones. (Seguía llevando la ropa de Cat)

-¿Vas a correr descalza?- Dijo sorprendido.- Creía que las tías estábais acostumbradas a llevar tacones.

En ese momento me dieron ganas de meterle una ostia solo por ese comentario.
"Piensa en el trabajo Ruth, piensa en el trabajo" me dije a mi misma. Así que en vez de decirle algo, le solté una mirada asesina y añadí sarcástica:

-Oh, como no, todas las tías tenemos que llevar tacones, entiendo...

Él iba a decir algo pero en eso los fotógrafos vinieron y ambos empezamos a correr.
Daniel me volvió a coger de la mano y me dirigió a un restaurante Italiano. Entramos y nos sentamos en una mesa algo escondida, pero no demasiado para que los paparatzzis pudiesen hacer fotos desde fuera (teníamos que hacer que se creyesen que éramos pareja).

Me senté yo primera. Daniel me arrimó a la mesa, después me sonrió y me dio un beso en la mejilla.
En ese momento fue cuando más flashes se vieron desde la ventana.

Un camarero nos tomó nota. Los dos, casualmente, pedimos lo mismo.

...

La cena fue muy bien, le puede conocer algo mejor. Pero algo dentro de mi no se terminaba de creer todo lo que me decía. ¿Lo decía de verdad o por que tenía que fingir?

Más tarde vino una furgoneta a por mi para llevarme a mi casa. Daniel subió conmigo.
En la furgoneta había bolsas con ropa y cosas que usaría en mis próximos días de trabajo.

Llegamos a mi casa.
Daniel se sorprendió al ver que vivía en una casa pobre. Supongo que me imaginaba más "pija" y eso no era tan malo ya que significaba que había fingido bien.

Me despedí del conductor y bajé del coche con las bolsas en la mano. Daniel me acompañó hasta la puerta y se despidió de mi. Después me dio un pequeño beso en la boca.

-Es por los paparatzzis.-Dijo. Luego se fue.

Yo me quedé mirando como la furgoneta se iba con una pequeña sonrisa tonta en la boca.
Después volví a bajar a la realidad. Dejé de sonreír y me di cuenta de que no había paparatzzis por la zona.

Cuando subí a mi casa le di a Silvia la noticia de que iríamos al concierto de los Gemeliers (una de las "ventajas" de mi nuevo trabajo).
Puede ver que la había hecho la niña más feliz del mundo y eso si que me hizo sonreír.

-Te quiero tata, buenas noches.- Me dijo mi hermana pequeña mientras me abrazaba.

Le di un beso, luego me quité la ropa que llevaba y me cambié.  Y con mi moño mal hecho, me fumé un cigarro a la vez que bebía una cerveza y contemplaba las luces de la ciudad de Madrid.

Contratada para Daniel OviedoWhere stories live. Discover now