3. Esto es guerra.

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– Hija, levántate... Ya es tarde.

La dulzura de la voz llegó hasta los oídos de Kobayashi, quien evidentemente lo primero que observaron sus ojos fue la belleza de una mujer.

– Enseguida voy, mamá.

La joven pelirroja bostezó y se levantó de la cama. Sus ojos hacían notar su agotamiento y desgano ante un nuevo día en la universidad, más aún ante la compañía no muy agradable que tenía, o a lo menos así lo era para ella.

Lo único que ella hizo después de darse una ducha fue ponerse una polera verde y pantalones jean junto a sus zapatillas. Iba a paso rápido, estaría tarde si no lo hacía.

La mirada como siempre la tenía hacia el frente, por más encorvada que ella estuviese. Sintió de inmediato una superficie que era contraria por completo al suelo, sus ojos fijos en donde fue aquella sensación: Un osito de peluche de color café.

– Kanna... y justamente tenías que dejar aquí el mío.

En dicho comedor, estaban allí su madre y una pequeña niña, con el tono de cabello super inusual, más o menos un púrpura suave y sus ojos tenían un color azul.

– Kanna, no lo olvides.

Kobayashi seguidamente le extendió el peluche, mientras la pequeña estaba comiendo un plato de tocinos y huevo, que por cierto eran sus favoritos.

– Gracias, Kobayashi. –dijo la pequeña Kanna sonriendo un poco, la sonrisa siendo correspondida por Kobayashi también.

– Kanna, no le digas así a tu hermana. Es muy formal. –dijo la Sra. Kobayashi mirando a su hija.

Aquella mujer era simplemente hermosa, partiendo desde la punta de su cabello color púrpura claro hasta la figura que tenía, incluyendo sus grandes senos que eran la envidia de su hija mayor al no haberlos heredado. Además, sus ojos eran de color azul, su hija menor siendo una copia idéntica de ella. Desprendía mucha dulzura y amabilidad con su voz tan dulce, siendo muy contraria a Kobayashi, tan fría y con un tono tan tosco de hablar que muchas veces había sido causa de las confusiones de su sexo.

– Ella me dijo que prefiere que la llamen así. –dijo Kanna aun mirando a su hermana en busca de ayuda.

– Yo se lo pedí mamá, no quiero que me logren identificar en la universidad. Con suerte no nos exigen exhibir nuestro nombre. –dijo ella mientras comía lo mismo que Kanna.

– Pero hija, tienes un nombre muy bonito. No entiendo porque no te gusta.

– No es que no me guste, quiero que me tomen en serio. –dijo Kobayashi mirando a su mamá– Además, no es algo con lo que me identifique.

– Ya debería identificarte. –dijo la Sra. Kobayashi sonriendo.

– Estoy a tres años de graduarme, aún falta mucho.

– Bueno, eso depende de ti cariño.

Su serenidad era hasta agradable, porque pese a que Kobayashi era de pocas palabras aun así podía mantener una buena conversación con su madre y sin llegar a discutir con ella.

– ¿Sabes algo de papá?

– Está de viaje, volverá hoy en la noche. Ha sido un mes de mucho trabajo.

– Ya veo, si hablas con él mándale mis saludos. Nos vemos más tarde. –dijo ella levantándose de la mesa, tomando su mochila para ir prontamente a la universidad.

No demoró mucho tiempo en llegar: ella siempre estaba al menos una media hora antes que los demás. Esperó en su silla mientras tenía su laptop en su lado del escritorio que compartía con su compañera de clases.

Amor y universidadWhere stories live. Discover now