Al entrar al instituto veo a mi mejor amiga platicando con unas chicas de su grupo, me acerco con una sonrisa y doy un saludo general, ellas me responden con la misma simpatía pero noto que la pelinegra se tensa al escuchar mi voz e ignora mi saludo, la miró extrañada pero me quedo ahí a su lado participando un poco en la conversación; el timbre suena anunciando la hora de entrada por lo que las chicas se despiden de mí y cuando veo que Fernanda está a punto de entrar a su salón sin si quiera dedicarme una mirada le tomo la mano para detenerla pero ella la aparta rápidamente.

— ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —pregunto preocupada.

— No quiero hablar contigo, Emma —es lo único que dice antes de entrar al aula.

Me quedo inmóvil, completamente confundida tratando de recordar que dije o hice para ofenderla de esa manera; ayer estábamos bien, incluso se fue con Alonso para hablarle sobre mí, salgo de mi trance y camino hasta mi salón mientras voy recordando cada detalle que hice ayer. Estoy justo en la entrada del aula cuando mi mirada se cruza con la de Fernando y en ese preciso momento los cables en mi cabeza se conectan, mi confusión es sustituida por la rabia e inmediatamente camino hacia él.

— ¿Qué le dijiste a tu hermana? —exclamo con un tono de voz que yo misma desconozco.

— ¿Por qué crees qué le he dicho algo? No soy el culpable de todos tus problemas, Emma —responde rodando los ojos.

— Vamos, Fernando. Dime ya qué le dijiste

— ¡Yo he dicho nada! —exclama furioso—. Deberías preguntartelo a ti misma, porque digo, no todos los días ves como tu mejor amiga se besa con tu ex.

Es inevitable mi expresion de sorpresa, lo miro directamente a los ojos buscando cualquier signo que delante lo mentiroso que es, sin embargo, lo único que logro observar es el coraje que tiene contra mí. El mellizo toma su mochila y pasa a mi lado para salir del aula, yo me quedo inmóvil en el mismo lugar, Dios mío soy una estúpida, ¿cómo me puede gustar el ex de mi mejor amiga?, peor que eso: ¿cómo pude besarlo ayer en un lugar tan público como la cancha de fútbol? ¡Ay! Cómo desearía tener una manzana y estrellarmela en la cabeza hasta romperla igual que Belinda.

— Emma si no te vas a sentar entonces sal de la clase —la voz de la profesora Alma me saca de mis pensamientos.

Hago caso a sus palabras, tomo mis cosas y me dirijo hacia la salida, observo que todos me miran con sorpresa (incluida la profesora) y alguien jadea teatralmente, sí, al parecer hoy todos decidimos salir de la rutina; el pelinegro hace un ademán de querer seguirme pero niego con cabeza, lo último que quiero es tenerlo a mi lado para confundirme más de lo que ya estoy... Lo que es una terrible contradicción porque no creo estar confundida y lo único que deseo es abrazarlo para fundirme sobre su pecho durante un buen rato.

No es bueno para mi salud mental seguir negando y reteniendo lo mucho que me gusta José Miguel, tal vez hasta esté profundamente enamorada y definitivamente debí decírselo a Fernanda desde el primer hormigueo que sentí al tomar la mano del ojimiel, sin embargo tan solo imaginar a mi amiga con el corazón destrozado por mi culpa me causa un gran desagrado hacia mi persona.

Camino por los pasillos de la escuela, es un alivio que todos estén en sus respectivos salones y no me escuchen hablando sola, escucho mi estómago rugir así que, haciéndole caso a mi cuerpo, me dirijo a la máquina de bocadillos; al llegar trato de adivinar lo que calmará mi hambre, involuntariamente muerdo mi labio y hago de lado mi cabeza como si eso me fuera a dar una respuesta.

— Te recomiendo las galletas —me sobresalto al oír su voz—, lo siento, no quería asustarte.

— No te preocupes, Alonso —le dedico una sonrisa y sigo observando la diferente comida chatarra—. Creo que seguiré tu consejo.

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