—¿Qué? —susurra.

—Oh, nada, es solo que parecías un poco ido —le escucha responder con una sonrisa de oreja a oreja, a la que es incapaz de mancillar mediante el uso de la verdad. No hace falta pensarlo dos veces; de mencionarle que estaba recordando el sueño que ha tenido la noche anterior, un fiel recuerdo del pasado con HanSol, probablemente borraría de un sopetón la alegría de su rostro. Y no es momento para ello—. ¿Te sientes bien? ¿Acaso volviste a dejar la llave del gas encendida?

Lo que Johnny le menciona en un ligero tono de burla termina por hacerle reír, sintiendo al mismo tiempo una horrible tirantez en los labios al hacerlo. Al volver a casa, después de entregarse a Johnny por completo, algo —tal vez sentirse en las nubes después de ser tocado en forma tan deliciosa por él, o quizá la insana desesperación que le atacó al leer ese mensaje de HanSol; no quería atribuirlo a nada en específico— le había hecho encender uno de los fogones de la cocina para prepararse algo que reconfortara su estómago. De ahí, sus recuerdos aparecían difusos en su mente: alguien que aporreaba la puerta, unos tipos depositándole en una camilla, su corta estancia en un hospital con un pronóstico más que favorable debido a la pronta acción de sus vecinos que habían sentido la emanación de gas.

De todo ese embrollo, que bien llevó toda la semana anterior, lo único capaz de recordar con claridad es la mirada dulce y preocupada de Johnny a su lado.

—Por favor, solo quiero olvidarme de eso.

—Lo siento, me imagino —es incapaz de siquiera enojarse con él pues su mirada de sincera culpabilidad es suficiente para entender que no lo ha dicho con malas intenciones, al contrario—. En serio perdona por mencionarlo, es solo... es solo que odio verte así, Ten.

—¿Así cómo?

Se ve en la obligación de dejar sobre la mesa la taza en la que bebe su latte macchiato, pues los dedos le tiemblan al sentir el contacto de la mano de Johnny, la que siente suave contra su mejilla. Mira con rapidez a ambos lados; por desgracia, a nadie parece importarle la forma afectuosa en la que el mayor le está tratando. Aunque hay alguien a quien claramente sí le molesta esa manera tan cariñosa de ser de Johnny. Esa, tan ridículamente pura, sin pretensiones ni deshonestidad de por medio, que impide que termine odiándole.

Y es que es el mismo Ten que no sabe cómo decirle que se aleje, porque detesta lo difícil que se torna el concentrarse en algo cada vez que siente el tacto cálido de los dedos de Johnny en su piel.

Lo complicado, además, que se vuelve el intentar manejar la situación a su antojo tal como siempre ha hecho con sus ligues anteriores.

—Así...

John Seo se fija en los piercings de Ten, los que relucen cuando este gira su cabeza para cortar cualquier tipo de contacto visual, y una vez más comprueba lo hermoso que el tailandés luce en toda ocasión; incluso en momentos como este, donde es incapaz de palpar su verdadera personalidad y lo único que nota es su mirada de indiferencia, de desgana, como si no quisiera estar allí sino que en cualquier otra parte. Aunque al mismo tiempo, lo que sabe con absoluta certeza, es que en el fondo Ten no es así.

Lo puede ver en sus ojos.

—...desganado, casi como si odiases estar acá.

—Pero hay una forma de solucionarlo —le escucha decir, apartando con un simple gesto su mano, la que deja flotando en el aire un par de segundos antes de ponerla otra vez sobre sus rodillas—. Hay un lugar al que quiero ir.

—¿Tailandia?

—No —casi se traga su mentira, pero recuerda justo a tiempo la forma contradictoria y escurridiza que tiene Ten para defenderse a sí mismo del daño. Conoce algunas de sus tácticas para obtener todo lo que quiere y, lamentablemente, saberlo de antemano no es suficiente para salvarse de sus encantos—. Quiero estar en tu casa. En tu dormitorio. Contigo.

Don't Answer // JohnTen - NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora