Reticente

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Johnny ni siquiera toca su cena cuando llega finalmente a su mesa. No porque fuese asquerosa, al contrario; no existe nada más delicioso que la comida coreana de ese restaurant ubicado justo en el corazón de Chicago —aunque cualquier producto comestible es maravilloso en comparación a la comida que él mismo puede preparar, la cocina no constituye uno de sus fuertes—, sino que por otra razón muy particular e impropia de él. Resoplando, pone algo de su parte en parecer normal y lleva uno de los tallarines a la boca, el que mastica con parsimonia mientras sus ojos siguen fijos en el mismo sitio.

Y es que a pesar de ser cliente frecuente del local y por tanto comer allí mucho más de lo que se pudiera considerar sano —o responsable, financieramente hablando— es la primera vez que ve a ese mesero que no deja de sonreír a los clientes y servir de forma eficiente a las distintas mesas que debe atender. Nota cómo su cabello negro, con el flequillo cayéndole desordenado sobre la frente, se mece de forma graciosa cada vez que alguna de las personas le pide algo. A pesar de la distancia que los separa Johnny cree ver unos cuantos piercings brillando en ambas orejas del chico, aunque aquello no opaca para nada el resplandor de esa sonrisa; esos dientes blancos que amablemente se dejan ver frecuentemente, iluminando todo su rostro, llenándolo de una vitalidad contagiosa.

Lástima que justo su mesa no estuviese contada entre las que el bajito camarero debía atender, piensa Johnny mientras sigue demasiado ocupado viéndolo como para comer algo más. Enfoca mejor los ojos con todo el esfuerzo que logra reunir sin tener que efectivamente levantarse y dar vueltas por ahí cerca —porque demonios, piensa, ¿acaso no sería muy obvio de su parte?—, y con una sonrisa de satisfacción al fin logra notar la etiqueta que el mesero lleva en el delantal.

"Ten"

Le ve conversar con otro de los empleados durante un momento, y la mueca de felicidad que lleva en los labios desde hace un tiempo se ensancha cuando sus miradas se cruzan por apenas un segundo.

Sí, su sonrisa cálida es hermosa, pero definitivamente no es lo único que atrapa su atención.

———

—Ten —el aludido levanta el rostro de la libreta de pedidos, y enarca ambas cejas mientras el compungido de su colega se acerca a paso rápido. YoonOh luce incluso más nervioso de lo usual lo cual ya es bastante: Ten todavía no es capaz de entender cómo el estadounidense de ascendencia coreana se ve menos adaptado al trabajo que él mismo, un nuevo empleado que además es extranjero y que por tanto muchas veces ha tenido problemas al tomar los pedidos. Increíble, pero los papeles parecían estar siempre invertidos y esta noche no es la excepción—. Ven un momento.

Asiente y hace lo que el castaño le ordena, pero su felicidad se empaña un poco cuando el gigantón de YoonOh se agacha un poco para susurrarle al oído. ¿Por qué la genética era tan cruel y le había castigado con ser tan bajito?

—No sé si notaste pero si miras recto en esa dirección —la voz de YoonOh resuena fuerte y claro en su oído izquierdo a pesar de que es tan solo un murmullo. Le ve apuntar con disimulo a alguna zona que está justo a sus espaldas—, hay un tipo que no ha dejado de verte desde que llegó. ¿Lo conoces acaso?

Mira hacia donde le indica y sus ojos se encuentran con los de un hombre de traje y corbata que, efectivamente, le está viendo tan fijo que su piel no tarda ni un segundo en erizarse. Desvía la vista lo más rápidamente que puede, pero el rostro de ese sujeto —inusualmente atractivo para ser un simple hombre de negocios como apunta a todas luces— se queda estampado en su memoria, junto con la incómoda sensación de que cree haber visto una sonrisa asomando en esos carnosos labios antes de romper el contacto entre ambos.

Al mirar nuevamente el rostro demasiado asustado de YoonOh, ríe a la par que le da un suave codazo en las costillas. Se estaba preocupando demasiado.

Don't Answer // JohnTen - NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora