Estrellas

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Al despertar, lo primero que Ten nota es la presión punzante, intensa que barre cualquier tipo de pensamiento y le obliga a quejarse en voz alta. Presionando su frente con la palma derecha, y entreabriendo tan solo uno de sus ojos, es que la luminosidad del cuarto en que se encuentra no hace más que intensificar la clara resaca que la noche anterior le ha dejado.

Pero a pesar de todas las sustancias que entraron a su organismo hace algunas horas, y del dolor de cabeza que le está matando, los recuerdos intactos se despliegan en su mente instantáneamente.

La sensación de la boca de Johnny devorándole con lentitud aún está ahí, escociéndole los labios.

El chasquido de la puerta abriéndose es suficiente para sentarse lo más derecho que puede en la cama, y baja la mirada, incapaz de ver a la cara a quien le ha tratado con tanta dulzura. Fijándose en su propio abdomen, nota con alivio —y una ligera sensación de incomodidad, pues es la prueba de que no lo ha soñado todo— que las ropas de la noche anterior siguen cubriéndole el cuerpo.

—Al fin despertaste —el dolor se intensifica cuando asiente y se ve obligado a detenerse—. ¿Estás bien? ¿Recuerdas... recuerdas algo de la noche anterior?

—No —miente, poniendo todos sus esfuerzos en parecer convincente—. No estoy bien, y no recuerdo nada. Estoy en blanco. Solo me duele mucho la cabeza.

—...Ya veo. Mira, bebe esto.

La pastilla que sus ojos reconocen de inmediato aparece en la palma de Johnny, mientras que la otra mano le tiende un vaso con agua. No los toma; en cambio, lentamente eleva la mirada y se queda ahí, fijo en sus pupilas.

—No voy a drogarte, vamos —Johnny ríe y casi quiere reír con él, tanto como quiere creer que sus intenciones han sido malas desde el principio y que todo ha sido una vil farsa, porque es imposible que tan solo le esté ayudando desinteresadamente, sin pedir nada a cambio. Porque sabe, además, que nadie haría algo de manera gratuita, sin buscar beneficio propio y, también, porque es poco menos que una locura el que alguien pueda fijarse en él, tan burdo, tan lleno de imperfecciones.

Ji HanSol lo había hecho, pero de todas formas el amor se terminó esfumando debido a sus múltiples fallas. Se había buscado a alguien mejor. Así debían ser las cosas.

Sin embargo, aceptar que suceda no significa que no sea extremadamente doloroso.

—...Si no me crees puedo traer el frasco de donde la saqué y tomarme una-

—Deja ahí.

En un movimiento rápido le quita ambas cosas y, casi con rudeza, deja que la pastilla descienda por su garganta con ayuda de un sorbo de agua que calma también su seco interior. Le devuelve el vaso vacío y la forma en que la luz se refleja en su camiseta de lentejuelas es una distracción suficiente para ignorar las lágrimas que se acumulan en sus ojos. La superficie de la cama se hunde a su lado, y el leve aroma a Johnny, que se encuentra impregnado en su piel debido a la cercanía que tuvieron al dormir, casi resulta tranquilizador.

—¿...Seguro que no recuerdas nada? ¿Nada importante que haya pasado?

Suspirando, resulta natural la manera en que deja caer su cabeza sobre el hombro del mayor y cierra los ojos, aunque es inútil. Las mariposas que aquel beso le dejó siguen allí, al igual que la sensación horrible, estúpida e incoherente de que ha hecho algo malo, algo incorrecto.

Porque si HanSol ha logrado olvidar es una cosa, pero el besar a otra persona que no sea él aún le hace sentir de la misma manera: extremadamente culpable.

Don't Answer // JohnTen - NCTWhere stories live. Discover now