— ¿Estás bien? —le pregunté mirando hacia arriba, directamente a sus ojos.

—Estoy bien.

—Estás lastimado.

—No es nada.

—Yo podría...

—No necesito ayuda.

— ¿Por qué eres tan cabeza dura? —sus fríos ojos se posaron en los míos y entonces me arrepentí de lo que había dicho.

—Estoy acostumbrado a esto.

— ¿A las peleas? ¿A qué te lastimen? ¡No puedes vivir así!

—Tú no eres nadie para decirme cómo tengo que vivir o qué tengo que hacer, ¿entendiste?

—Lo sé, pero...

—Te dije que no te involucres conmigo, no soy una buena persona, entiéndelo.

— ¿Cómo sé si eso es verdad?

— ¿Necesitas más pruebas que las que acabas de tener? — ¿las necesitaba? ¡Claro que sí! De seguro él tiene una buena explicación para todo esto, aunque ahora no pueda dármela. No le respondí, era su palabra contra la mía y no tenía ganas de discutir, mucho menos con él. Cuando llegamos a mi casa esperó hasta que entrara, pero no lo hice, en cambio me di vuelta y hablé:

— ¿Podrías entrar un segundo?

—No quiero. Entra. — me respondió seco, pero yo no me rindo tan fácilmente.

—No quiero, entra tú.

— ¿Eres estúpida? Te estoy diciendo que entres.

—Y yo te estoy diciendo que no quiero.

— ¿Por qué haces esto?

—Porque quiero ayudarte.

—Te dije que no necesito ayuda, no te necesito a ti.

—Entonces vete.

—Me voy. Entra. —dijo abriendo sus ojos en forma de advertencia.

—Entraré cuando te hayas ido.

— ¿Me estás tomando el pelo? —dijo quedando a centímetros de mi, con una mano apoyada en el marco de la puerta principal de mi casa, me dio una mirada fría, muy fría, pero yo sostuve mis ojos en los suyos, intentando ocultar mi temor, su cara no era para nada amigable, al contrario, estaba enojado y sus cejas estaban en forma de v.

—Solo te ofrezco un trato. —me encogí de hombros pero él seguía mirándome fijo, no aguanté más su mirada y bajé la mía a mis pies.

—Está bien. —susurró.

— ¿En serio? —pregunté como una niña pequeña, él asintió y los dos entramos. Le pedí que se sentara en el sofá de la sala y él lo hizo sin protestar, tomé la caja de primeros auxilios que había en el botiquín de mi baño y volví a donde él estaba. Saqué algodón y alcohol, ya que no tenia agua oxigenada en ese momento, él solo miraba mis movimientos desde su lugar. Me senté a su lado, mojé el trozo de algodón con alcohol y entonces lo pasé por toda su cara, despacio, limpiando la sangre que había en él, el se removió en su asiento y supuse que le estaba doliendo.

—Lo siento, duele un poco pero estarás mejor. —él solo asintió. Cuando terminé, tomé un cotonete y lo mojé también en alcohol, lo pasé suavemente por su labio inferior, fue ahí cuando me di cuenta de lo lindos que eran sus labios, tan grandes y carnosos, tan... Besables. —Dame tu brazo.

— ¿Eh? — dijo algo distraído.

—Tus brazos, están lastimados también.

—Ah, solo son unos raspones, no es nada. —yo asentí sin decir nada, me dolía verlo así, pero más me dolía saber que esto le pasaba casi a diario, no podía imaginarlo como alguien con malas intenciones incluso aunque no lo conociera. Tomé sus manos entre las mías para ver de cerca sus nudillos, los cuales estaban ensangrentados también. Sentí una corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo cuando sus suaves manos rozaron las mías, pero la ignoré, limpiando las heridas que habían en estas.

Apenas terminé él se paró del sofá, como si no soportara estar un minuto más allí, calentó sus manos con su aliento y luego me miró.

—Gracias. Ya me voy.

— ¿Ya?

—Si, tengo cosas que hacer.

— ¿Como andar por ahí peleándote con alguien? — él rodó los ojos.

—Adiós. —me dijo para luego irse casi corriendo, azotando la puerta bruscamente. Yo me quedé pensando en que definitivamente tenía que buscar una manera de ayudarlo lo más rápido posible.


Nada Es Lo Que Parece (Wonho & Tu)Where stories live. Discover now