La caída del Sol

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-Ha llegado el momento.

-No quiero que te vayas.

-Sabes que no puedo quedarme.

-Es injusto. Justo ahora que por fin había comprendido lo que sentía, te me vas para no volver.

-A veces la vida es así. Pero estoy seguro que podrás seguir adelante.

-No quiero un futuro si no es contigo.

-Ya es tarde para esas cosas, Slyx.- dijo Lorendall sonriendo.

-Pero tú merecías que te las dijese, solo que me negaba a creer que debía ser yo quién lo hiciese- contestó el arcano, a punto de llorar.

-No puedo demorarme más. Hasta siempre.- dijo Lorendall, haciendo una breve pausa para que Slyx se despidiese. Pero Slyx no podía hablar, solo podía observar impotente como el elfo que consiguió entrar en su vacío y etéreo corazón partía más allá del éter. Y llorando se desplomó de rodillas en el suelo.

Pasadas unas horas se reunió con el resto de la Partida de Búsqueda. Así se hacían llamar. Partieron temprano hacia Kinterfel y en dos días llegaron al continente de los nocturnos.

Durante esos dos días el mundo empezó a sufrir un gran cambio que nadie esperaba. Un cambio que retumbaría en todos los rincones del mundo, removerías los mismos cimientos de la tierra, una cambio tan sutil que sería imposible pararlo una vez advertido.

En lo más alto del firmamento el sol destelló dos veces y una luz se precipitó desde el cielo hasta el templo dorado de Zadonia. En la cumbre el serafín Dreiden esperaba atento la llegada de su señor. La luz se disipó para mostrar al dios Sol, Alistair. Su súbdito hizo una reverencia.

-Dreiden, el poderoso de mis serafines, sabía que podrías mantener tu título de inmortal blanco.

-Es un cargo que merece de alguien digno, mi señor.

-Sin duda. ¿sabes por qué he venido a la tierra, mi serafín?

- No, mi señor. ¿A que se debe su honorable presencia?

Alistair caminó hasta el otro lado de la cumbre plana del templo y mirando la ciudad capital de Zadonia dijo -Mi nación está enferma. Aquello contra lo que luchamos ha encontrado la forma de esconderse en el sistema y sobrevivir.-

-No hay muertos ni criaturas oscuras en las calles, mi señor.- dijo levantándose y mirando junto al dios sol.

-Pero tú también puedes sentirlas verdad. Puedes sentir como se revuelven en las entrañas de la civilización, como caminan sin que nadie haga nada. Nuestra enfermedad es la humanidad, Dreiden. Y debe ser erradicada.

-Pero señor...

-¡Silencio!- le interrumpió Alistair. -No me mientas, Dreiden. Tú también puedes notar como se corrompen. El poder y la avaricia los transforman en seres horrorosos que solo miran por sí mismos. Todos son susceptibles a ser corrompidos, todos y cada uno de ellos albergan un potencial oscuro que no puedo permitir dejar crecer. Deben ser exterminados. Los corruptos han llegado muy alto en el poder y por su culpa los seres de la oscuridad moran en las profundidades de la ciudad.- Se gira y mira fijamente a Dreiden. -Los ángeles descenderán del cielo para exterminar la humanidad de mis dominios y purificar mis tierras. A partir de hoy Zadonia está bajo mi dominio.-

La sentencia del dios Sol se cumplió y los ángeles fieles a él purgaron Zadonia entera. Ciudades arrasadas, familias enteras destruidas, todos los que se oponían morían a manos de los celestiales. Los laberintos subterráneos de las ciudades completamente sellados y sus moradores destruidos. En unas pocas horas el gran Alistair, dios del Sol, se apoderó de todo cuanto le pertenecía. Pero un continente entero no era suficiente para el gran dios sol.

-Me haré con el control de todo aquel lugar donde brille el sol.

Alistair comenzó una cruzada contra el resto del mundo y esto provocó una reacción en cadena. Los demás dioses también bajaron a la tierra y comenzaron a ejercer su tiranía en sus respectivos reinos. Al tercer día vino Osgloth, dios de la vida. Fue el segundo en bajar a la tierra. Se asentó en Silvis-Andolath y sometió a su pueblo. Mientras Enke, Lukadel y los demás esperaban a Lunaria junto con Menowiind. 

Estaba en el gran salon del Templo Lunar. El firmamento nocturno se veía a través de la cúpula de cristal. Cuando esta alcanzó su cénit brilló con intensidad y un  rayo de luz trajo a la diosa ante todos.

-Tal y como prometí abriré el portal para vosotros.

El sello brillo con luz de plata y se transformó en una imagen de un campo de batalla ya abandonado. La tierra estaba calcinada y había restos de empalizada reducidos a cenizas.

-El elfo que buscáis está en este mundo llamado Finosia. Es un mundo más antiguo y oscuro que el nuestro. Tened cuidado aventureros.- dijo ella seria.

-Mucha suerte caballeros- dijo Menowiind. Tras despedirse del grupo todos cruzaron el portal. Slyx cruzó el último y cuando miró hacia atrás se arrepintió. Pues a través de él pudo ver como Lunaria acababa con la vida de Menowwind. No podía creerlo. También había perdido a una gran amiga, a una persona que le ayudó siempre. Lunaria había asesinado a su más fiel seguidora. Slyx gritó de rabia. De nuevo veía como alguien a quién quería se iba sin poder hacer nada. La impotencia lo invadió de nuevo y cuando se cerró el portal cayó de rodillas con la mirada pedida.

Historias de Kun-dushkall [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora