Capitulo 1

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— ¿Cuánto me quieres hyung?—. La pregunta llega a los oídos del mayor, causando una sonrisa inmediata, un beso como respuesta es lo que el chico alto puede responder.

Se quedan hundidos en el silencioso beso que es compartido, separándose al poco tiempo, manteniendo sus miradas unidas esperando que el contrario hablase.

— ¿Cuándo te quiero?—. La voz gruesa hace que el contario sienta un escalofrío y se enrede más en las sabanas que comparten, cómplices inimaginables de lo que ocurrió pocos minutos antes. El alto ríe, y busca su cara, acariciando una de sus mejillas con su nariz puntiaguda. — No tendría un número para decirte cuanto te quiero—. Dice al fin, respondiendo la pregunta que le fue impuesta.

El castaño parpadea y hace un gesto desaprobatorio con su nariz, arrugándola para demostrar que no se siente satisfecho con aquella respuesta. Y de nueva cuenta le pregunta, logrando que la risa gruesa de su acompañante llene la habitación en la que se encuentran.

— Bien, hagamos esto, piensa en las veces que hemos hecho el amor, entonces multiplícalas por dos, y entonces vuelve a multiplicar el resultado por diez, entonces Taemin, tienes la cantidad que yo daría si me preguntaran del uno al diez cuanto yo te amo.




El sonido repetitivo y desesperante logra que el chico sobre la cama abra uno de sus ojos avellana, con enojo y cansancio dominando su cuerpo alza una de sus manos y la saca de la cálida temperatura bajo las mantas que lo cobijan, un manotazo al teléfono celular hace que el ruido cese por un momento, regresando minutos después.

Cansado como esta, se obliga a abrir ambos ojos y tomar el teléfono entre sus manos para ver que lo que lo ha despertado en ese día feriado es solo una llamada de un número que desconoce. Un bostezo hace que su cuerpo sienta la necesidad de estirarse y lo hace, cumpliéndose el capricho, escuchando como algunos de sus huesos provocan el ruido que su madre tanto odia.

Dejando el teléfono sobre la cama mientras continua timbrando sin tener el minino reparo en parar, el chico alto y delgado sale de la cama rumbo a la puerta, alejándose sin el mínimo interés de atender dicha llamada desconocida. Con los pies descalzos y el frio recorriéndole la piel logra llegar hasta el baño de dos puertas a la derecha, solo un par de minutos para despabilarse y ya abre el grifo del agua, mojando su cara con la total intención de regresar a la realidad donde en esa casa no hay nadie más que él y su madre durmiendo en la habitación de al lado.

Una vez que el agua ha logrado su cometido, sale del baño y cambia el rumbo, ahora sus pies descalzos y delgados lo han llevado al comedor, donde ha encontrado el control remoto de la televisión en la sala continua. Con solo apretar uno de esos botones en el mando, el ruido ya es dueño de la silenciosa calma del lugar. Las noticias han inundado los oídos perforados mientras su dueño busca desesperado algún rastro de comida que pueda calentar, sin embargo, se detiene tan pronto y la sección de espectáculos ha comenzado.

Sus pies le hacen dar la vuelta para ver aquella pantalla plana que con tantas ganas se compró hace poco más de un año, y que ahora le muestra para su desagrado noticias que no quiere escuchar de personas que no desea recordar.

Aquellos que alguna vez fueron sus amigos, sus compañeros y hermanos aparecen sonrientes, brillando en el escenario del que se han adueñado en el video presentado, y por un momento se siente envidioso de la cara de felicidad que puede ver en cada uno de ellos, pero que desconoce en la propia.

La noticia dice que ellos van a estar en Seúl por un corto periodo de tiempo luego de haber pasado dos años completos sin pisar suelo coreano como estrellas, debido a sus obligaciones civiles. Hay un conflicto en su interior que le hace querer saltar de felicidad al escuchar aquello, pero al mismo tiempo, piensa, es mejor que nunca hubieran regresado.

Malos tiempos para decir adiós || 2min || FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora