oct, 20. (2)

366 78 0
                                    

Llegué a casa con el abrigo a mitad de mi hombro, la mochila saltando de lado a lado con cada paso que daba y mi cabello tan desordenado como mis pensamientos. Me sentía feliz, no sabía quién había dejado tan bonitos obsequios dentro de mi casilla, no sabía el por qué ni mucho menos si era una broma pesada y los tintes traían algo dentro que me dejaría calvo. Subí a mi cuarto saltándome un escalón de por medio, cerré la puerta detrás de mí y comencé a preparar todo lo que necesitaría para colorarme el pelo, me coloqué mi camiseta más vieja y, frente al espejo, dudé por unos segundos. ¿y si realmente era una broma?

No perdía nada por intentar. de todas maneras, podía ponerme un gorro y decir que tenía frío. Me daba igual, sólo quería saber quién era el responsable de traer tanta felicidad de dentro de mí cuando creí que se había extinguido.

Mientras esperaba que los mechones se tiñeran comencé a limpiar mi cuarto, me sentía con demasiadas energías y no me importaba demasiado sentir la cabeza ardiendo por tantos químicos que me había echado. Una vez terminé con mi alcoba, me senté en la cama y vacié mi mochila sobre ella. Cayeron papeles arrugados, libros y lápices sueltos, pero lo que más me llamó la atención fueron las tapas duras del cuaderno de Tyler. Aún lo tenía allí. Me cuestioné si debía dárselo al otro día, creería que lo había leído, que lo había robado.

Pero no valía de nada arriesgarme a tanto como quedarme calvo, y echarme hacia atrás para no hablar con un chico de mi clase. El chico que me gusta de mi clase.

taxi cabOn viuen les histories. Descobreix ara