oct, 14.

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La soledad que me embargaba era tan grande como un continente, no podía verme en un futuro, no podía imaginarme más allá de los dieciocho años, simplemente, no podía. Me dolía en el pecho tener que seguir asistiendo a una escuela en la que todo lo que tuve lo perdí en un abrir y cerrar de ojos, así como vinieron, se fueron, y todo era mi culpa. Había planeado hacerlo cuando llegara el final del mes, completaría mi ciclo y todo estaría bien. Para mí. Saludé a mi familia, nadie dijo nada, demasiados embobados con la televisión, o las noticias imbéciles de los periódicos. Sólo emprendí mi camino a la escuela, manos en los bolsillos, mechones grisáceos cayendo sobre mi frente, algunos eran tan largos que cubrían mis ojos.

Hacía mucho que no sentía ganas de copiar lo que estaba en la pizarra, mi cerebro estaba exhausto de las voces de todos los profesores, no podía hacer un solo cálculo, un solo escrito, no podía hacer nada. Me sentía muy mal como para estar ahí, así que me quedaba quieto, había días en los que no me molestaba en quitarme los audífonos, y ése catorce de octubre era uno de ésos días. Estaba cansado, no era capaz de pensar en otra cosa que no se relacionara a la muerte. Quería morirme con todas mis fuerzas, lloraba como cuando eres niño y quieres algo que no puedes tener. lloraba porque quería morirme pero estaba en mis mejores condiciones físicas, mi cuerpo no pararía y no veía otra condena mayor que vivir cuando no quería hacerlo.

Qué injusta la vida, trayendo muerte a quienes quieren vivir, trayendo vida a quienes quieren morir.

En la misma hora de siempre, cuando el pasillo quedaba vacío, corrí al baño sin poder soportar las ganas de explotar en llanto. Arrojé mis pertenencias en la entrada y me metí en uno de los cubículos individuales. Sentía que me ahogaba y la única forma de atrapar aire era entre sollozos. Golpeé la pared cuatro veces con mi puño cerrado, ardía pero no se comparaba al dolor instalado en mi pecho, ése vacío...

Un golpe porque era una mierda para mi familia. Un golpe porque mis notas caían otra vez y no tenía futuro. Un golpe por ser tan cobarde que no podía hablarle al chico que me gustaba. Un golpe porque no podía ni siquiera morirme. Era tan inútil que no podía ni suicidarme.

Salí una vez sentía la ansiedad disminuir, sorbí por la nariz e intenté respirar profundo. Mis pies parecieron clavarse al suelo cuando vi a Tyler parado frente a mí, mirando asustado al desastre que abarcaba mi cuerpo de pies a cabeza. Pasé por su lado sin poder decir palabra, lavé mis nudillos cubiertos de sangre, algunas gotitas mezcladas con agua mancharon el mármol blanquecino. Levanté mis cosas del piso, uno de mis auriculares se había rajado, el pequeño parlante había caído quién sabe dónde. Entre murmuros me quejé con malas palabras y me fui, dejando atrás al pobre y confundido Tyler.

Estaba decidido, y estaba seguro de que ésa vez saldría bien. No más Joshua llorando por los rincones, no más Joshua con malos pensamientos, no más Joshua. En lo absoluto. 

No estaba destinado a un final feliz, no habría una brisa cálida de verano llevándose mi alma, no habría nada de eso. Me suicidaría, acabaría con la broma en la que me había convertido.

taxi cabWhere stories live. Discover now