oct, 20.

361 84 7
                                    

Estaba listo, estaba jodidamente listo. Todo iba a la perfección y no había nadie que notara lo que estaba pasando, nadie que pudiera detenerme. Haría todo por una última vez y se acabaría, todo. Grité mi despedida sin esperar una respuesta de vuelta, me miré una última vez en el espejo de la entrada. Admiré mi cabello blanco, mi piel pálida, mis ojeras oscuras, me veía como un muerto en vida, como un fantasma. Miré todo por última vez, busqué algo que me haga quedarme, busqué un detalle que nunca haya notado, pero todo seguía igual. Había visto los mismos coches pasar cada mañana, había visto a las mismas mujeres conversar fuera del mismo edificio, al mismo hombre desayunando solo en la misma cafetería donde podía ver la carretera. el mismo auto de siempre tocó un bocinazo cuando, como siempre, me metí en medio.

Nada cambiaba, nada parecía cambiar, había llegado a la conclusión de que mi muerte no provocaría nada de otro mundo, no era nada ni nadie para hacer que las estaciones cambiaran, que controlara el día o la noche en cada lado del planeta. No era nadie para hacer que las cosas fueran diferentes y estaba bien con eso.

Vi mi casillero con una gran abolladura en el costado y me apresuré al caminar y encontrar el por qué de aquél defectuoso cambio. Al abrirlo vi que todo estaba en su lugar, a excepción de una bolsa blanca. La abrí con cautela, podría ser cualquier cosa. Me encontré con doce cajas de tintes diferentes y una cajita transparente mostrando unos nuevos auriculares. Sonreí abiertamente, miré a todas partes disimulando mi felicidad. Metí la bolsa dentro de mi mochila y corrí a clases antes de que se hiciera tarde.

Quizás... sí había alguien a quien le importara.

taxi cabWhere stories live. Discover now