Si quieres que esto funcione

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Samuel's POV:

—Así que con la vecina, ¿no, hijito? —Mi madre levantó la ceja y luego soltó una carcajada, algo ciertamente extraño considerando que siempre lleva la misma expresión todo el día—. ¡¿Por qué no me lo dijiste antes?!

—¿Tú hubieras tenido tiempo? Vamos, eres una adicta al trabajo, no es justo que pases más tiempo con los Danaher que con Megan y yo.

—Eso no importa. Lo que importa ahora es... ¿qué va a ser de ustedes dos?

—No lo sé, ni quiero saberlo. Es de lo último en lo que quiero pensar. No me imagino a Samantha y a mí haciendo cosas cursis de novios, muy raro.

—Yo tampoco, quiero que serían más como Olly y Sevianth. Dos novios que siguen bromeando como amigos.

—¿Desde cuando lees Dalius Charming? —Al decir esto, me mostró la camiseta que cubría su chaqueta—. ¿Incluso tienes una camiseta?

—Hay muchas cosas que no sabes —Ella se incorporó y se dirigió a la puerta—. Si necesitas a alguien con quien hablar, me tienes a mí —Dicho esto se retiró, cerrando la puerta toscamente. Clásico.

***

El clima, al igual que yo, no estaba en sus mejores momentos.

Nunca me gustó mucho el invierno. Mamá aprovechaba para ponerme capas y más capas de sus "creaciones" en su clase de crochet. Digamos que no es la sobresaliente de su clase, así que tenía un suéter con una manga más corta que la otra y un gorro que prácticamente me lo puse con calzador.

Por eso normalmente en estas situaciones, ella se quedaba mirando por la ventana mientras mi hermana y yo subimos al coche de papá para que nos lleve al instituto. Se aseguraba de que no me quitara mi nueva ropa.

—¿Por qué siempre dejas que mamá te vista así? ¿No puedes simplemente negarte? —preguntó Megan, que llevaba su atuendo normal. Mi madre ya sabía que si intentaba hacer un pequeño cambio en la vestimenta de Megan estallaría una guerra—. No quiero que mi cuñada se espante más de ti.

—Primero, apenas lleguemos a la escuela voy a guardar esto en mi casillero. Segundo, basta con ese tema, Megan.

—Hablando de la reyna de Roma... —Megan indicó con la mirada a Samantha, quién estaba haciendo señas a la ventana del auto. Mi hermana bajó la ventana y Samantha comenzó a hablar:

—No tengo quien me lleve al instituto, larga historia —hizo una pausa, como si le costara hablar—. ¿Me pueden llevar?

—Claro, súbete —dijo mi padre desde el asiento del conductor—. Samuel, ábrele la puerta.

Megan se me adelantó y abrió una puerta, dejándonos a Samantha y a mí a los extremos del asiento y a ella en medio. No estoy seguro si lo hizo por impulso o buena acción, pero lo cierto es que agradezco que lo hicera. Hubiera sido un poco incómodo que Samantha y yo nos sentáramos juntos. Apenas el carro comenzó la marcha, Samantha declaró:

—Bueno, no quiero ser maleducada, pero ayer no puede dormir. De nuevo, larga historia. Así que, voy a descansar un rato. Ustedes conversen y hagan todo lo que quieran. Trataré de no molestar —dicho esto, Samantha se acomodó en el asiento y en menos de lo que canta el gallo se durmió. Al cabo de un rato, se puso a roncar sobre el hombro de Megan.

—¿Alguien podría llevar a esta niña a un doctor? Estos ronquidos no son normales —se quejó Megan, tratando de no despertar a Samantha.

—No hables así, ya pronto vamos a llegar así que no te desesperes —intervino mi padre—. Debe de haber tenido mala noche, hay que comprenderla.

—Sí, me pregunto a qué o a quién se debe eso —Megan me miró de reojo; su mirada de "esto-es-tu-culpa-tarado".

El resto de camino siguió con lo usual. Papá hablando de su anterior salida con "los chicos", Megan quejándose de cualquier cosa que se le pasara por encima y los ronquidos no paraban. Incluso daban la impresión de que cada vez eran más fuertes. Para este punto, Megan ya tenía fotos, vídeos, grabaciones y todo lo que pudo capturar en su celular de Samantha, "para una futura extorsión", como decía ella. Ni intenté pararla porque admito que era muy divertido.

Llegamos y Samantha se despertó de sobresalto. Todos bajamos en un instante con nuestras respectivas mochilas y papá se fue tan pronto como pisamos el suelo del instituto. Mientras Megan se dirigía a su clase, Samantha me dijo:

—Pues, todavía es temprano. ¿Podemos hablar un rato?

En parte, era cierto. La mayoría de estudiantes conversaba cerca de los casilleros y el patio. Faltaban unos cuantos minutos para que comenzara la primera clase, así que no le vi inconveniente por ese lado. Aun así, no estaba tan seguro. Sin embargo, acepté la propuesta.

—Escucha, últimamente nuestra relación ha estado muy extraña. John ya no está, ni tampoco tu ex novia loca y Gigi ya no es un problema para mí. Am... —Ella sacó dos entradas al cine de su bolsillo—. Si te apetece, ¿te gustaría ver la película de Dalius Charming?

—¿Y este cambio?

—Trato de ser amable contigo. No lo estropees, Samuel —Ambos soltamos una risa—. Entonces, ¿qué te parece?

—¡Claro! ¡Dalius Charming es lo mejor del mundo mundial! No tenía idea de que te gustara. De hecho, recuerdo que tengo un ejemplar del primer libro de la saga. Aunque no lo he visto desde hace tiempo...

—Hablando de eso... —Samantha abrió mi mochila y al instante reconocí mi libro. Megan le había pegado una calcomanía y cuando traté de quitársela, quedó una marca—. Lo tomé una de las tantas veces que fui a tu casa. Pensaba devolvértelo a cambio de que me hicieras la tarea de Ciencias Sociales, pero lo olvidé y al final solo leí el libro. Me gustó y ahora voy por el tercero —Rápidamente le quité el libro de las manos, ni por un omento pensé que ella lo tendría—. Lo siento, eso creo.

—Eres la peor para pedir disculpas.

—¡Hey! Trato de ser amable, no querrás verme enojada.

—¿Y por qué tanta amabilidad, si se puede saber?

—Porque si quieres que esta relación funcione debemos dejar de comportarnos como niñitos que pelean. Por cierto, linda ropa, no la lleves a la cita —Rápidamente me volteé a mirarme y me di cuenta de que aún no me había quitado ni el suéter ni el gorro—. Tú pagas las palomitas.

Levanté la cabeza, el timbre sonó, y Samantha había desaparecido.

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