Obviedades y consejos

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Samantha's POV:

Después de aquella pelea de gritos, ambos agarramos nuestras respectivas sillas y las colocamos de manera en que nos diésemos la espalda. Instintivamente, toqué mis mejillas. Estaban ardiendo, lo cual significaba que seguía colorada. Me sentía extraña. Por una parte, me sacaba de quicio que las palabras de Samuel me pusiesen de esa manera. Pero, por el otro lado, pelear con él me causaba gracia. Aunque nunca pasó por mi mente que todo esto ocurriría en una clase de Historia.

¿El señor Moon será realmente profesor de Historia?

—Bueno, creo que eso es todo. El Yin y el yang son fuerzas complementarias, que no pueden estar separadas. Sabrán cómo resolver sus problemas y estar en armonía —El maestro se dirigió a la pizarra—. Ahora, cambiemos de tema, hablemos del origen de la Muralla China.

—¡No! —exclamaron los alumnos, exceptuando a Samuel y a mí.

—¿Hay algún problema, estudiantes?

—La clase sobre el Yin y el yang estaba muy interesante, ¿no podemos seguir con el tema? —interrogó Gary, levantando la mano.

—Lo lamento, señor Wirthen, pero ya hemos concluido con eso. ¿O es que no ha quedado claro?

—¡No quedó claro, siga con ello! —afirmó la mayoría de mis compañeros de clase.

—Para eso tienen su libro, ahí pueden encontrar más información acerca de eso.

—¿Y qué hay de Samantha y Samuel? —preguntó Lynn, con una sonrisa traviesa en el rostro.

—Oh, querida, la mayor parte del trabajo ya está hecho. Sólo falta que acepten sus... —Samuel se aclaró la garganta, interrumpiendo al señor Moon—. ¿En qué estábamos? Ah, sí, la Muralla China.

Después de aquello, la clase transcurrió como de costumbre. Gary dejó de participar en la lección y Milly se sabía todas las respuestas a las preguntas del profesor.

Cuando el timbre sonó, indicando que la sesión había finalizado, le pregunté a Moon a qué se debía el rollo de Yin y yang, el ejercicio de psicología y todo eso. Él sólo se dignó a responder:

—Samantha, en algún momento de mi juventud me encontré en la misma situación que tú. Y me hubiese encantado que mi profesor hiciese lo que yo hice contigo y Samuel. Además, me quería divertir un poco, ¿ok?

Me dio una palmadita en la espalda y me pidió que saliera del aula, a lo cual obedecí. Aún recordaba lo que me dijo la señora McFinster.

[...]

Me encontraba recostada sobre el asiento del autobús que siempre me lleva a casa. En eso, mi teléfono comenzó a vibrar. Había recibido un mensaje de Megan. A pesar de que hace mucho tiempo que le di mi teléfono, ese era el primer texto que me había enviado:

"¿Puedes venir a mi casa? Necesito ayuda femenina, así que mi hermano no me puede ayudar" 

Y, al igual que Samuel, quería que fuera a su casa. En ese momento me di cuenta de que no me quedaba de otra que ir a ese bendito lugar.

—¡Samantha, qué coincidencia! —Una voz familiar me saludó. Giré la cabeza y era Christine, que se hallaba subiendo al bus y se dispuso a sentarse en el asiento a mi costado.

—¡Chris! —Le di un abrazo apenas se puso a mi lado—. ¡Qué fue de tu vida, querida!

—¡¿Qué, ahora somos comadres?! —Ambas nos echamos a reír—. Bueno, ahora que se arregló el asunto de Sally, todo está mejor. ¿Y cómo vas tú con ese rollo de Samuel y John?

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