Capítulo 17.

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Después de la discusión, las horas pasaron, luego los días y se hizo una semana sin que Harry pudiese entablar una conversación con el rubio.
El único problema es que no sabía que era lo que quería el chico realmente.

Hermione había estado "aconsejándole", si es que se les podía llamar así a sus golpes.

—Muy héroe podrás ser, pero eres muy idiota también.
—¡Pero creí que él quería que fuera sólo sexo!
—¿Tú querías sólo sexo?
—¿Sí? ... — La fémina se mantuvo en silencio y eso, en conjunto con la expresión de su rostro, le sacó un suspiro. — Bien, no.

Ron, quien había estado escuchando la conversación, cada vez que se nombraba la palabra "sexo" hacía una cara de asco, aunque la intentaba disimular.

—Es... Guapo.
—Bueno, viéndolo bien, sí, definitivamente lo es.
—Y las cagué, ¿Verdad?
—Sí.
—Lo arreglaré.
—No sé si puedas, Draco ha estado de un humor pésimo... ¿Le has visto la cara que lleva de lado a lado?
—Mierda. Da igual, hablaré con él.

Hermione se encogió de hombros y sonrió mientras escapaba de la sala común.

Fue hacia su habitación y esperó de una forma muy impaciente a que pronto se hiciese de noche.
Y aunque no faltaba mucho, a él se le hicieron años eternos.

Los alumnos se dirigieron a sus habitaciones y él le dio las buenas noches a sus compañeros de habitación. Lo que no sabían era que no iba a estar allí.

Tomó la capa de invisibilidad que había sido de su padre apenas habían apagado la luz, y tras la cortina de su cama se preparó para escapar hasta la casa de los slytherin.
Todavía recordaba la contraseña de la primera vez que había ido allí ese mismo año, lo único que deseaba era que no la hubieran cambiado.

Finalmente la suerte iba de su lado. Entró sin ningún problema, y ahora solo debía llegar a la habitación del rubio platinado. Era bastante más difícil en la oscuridad, pero la puerta tenía una D en una de las esquinas.
Claro, era el gran Draco Malfoy.

La manija de la puerta tembló en sus manos y se sintió arder del frío. Soltó un suspiro y abrió lo menos que pudo, logrando entrar.
Fue un gran alivio cuando pudo divisar como todas las cortinas de las camas estaban cerradas. Exactamente las cuatro.

Abrió una por una las cortinas hasta que lo encontró en una de las inferiores.
Entonces una idea llegó a su cabeza.


                            •••

Su respiración era calmada y pausada. Su pelo caía suave por su frente, y sus párpados estaban cerrados a diferencia de sus labios que estaban entreabiertos soltando bocanadas de aire caliente.

La fría mano que se había mantenido en contacto con el medio ambiente, rozó la calentura de su entrepierna. Estaba flácido, como era normal.

Pero eso cambiaría muy pronto.

Baño de prefectos - Drarry.Where stories live. Discover now