Ahora tenía deseos de hablar con él, de volver a ver a mi mejor amigo. Pero no lo haría, al menos hasta que resolviera todos los problemas en mi vida. Quería tener todo ordenado antes de traerlo de vuelta a mi vida y claro, necesitaba verlo antes de que me fuera a la universidad.

Cuando terminaron las clases, Asaiah había quedado conmigo de recogerme del instituto, iríamos al hospital otra vez. Cuando sonó el ultimo timbrazo busqué a mi amiga para despedirme de ella y después voy hacia la salida. Él ya estaba esperándome afuera, junto a su camioneta. Llevaba unos jeans oscuros, una camiseta gris y una chaqueta negra, además de un par de gafas que cubrían sus hermosos ojos. Aquella visión no solo me robó el aliento a mí. Muchas otras muchachas se detuvieron a mirarlo y como podría culparlas, aquel hombre era perfecto. Y lo mejor de todo; solo mío.

Bajé las escaleras hasta él y lo besé en los labios. Él me tomó de las caderas y me acercó más, pero el beso solo duró un par de segundos, mucho menos de lo que hubiera querido. Sentí varias miradas sobre nosotros. Sabía que varias personas lo recordarían, no hay realmente una forma en la que te pudieras olvidar de Sat Civatti si algún día lo conocías.

- Hora de irnos, Cure. — Susurra antes de besarme en la mejilla. Subo a la camioneta del lado del copiloto y me ajusto el cinturón mientras él sube. — Fui al motel antes de pasar aquí. — Comienza. Yo me acomodo para mirarlo. — Destrozaron todo. No sé quiénes sean, pero están enfadados. — Enarco una ceja.

- No estoy segura de que haya sido buena idea que fueras. — Admito. — Es peligroso, ¿qué tal que te hubieran visto?

- Lo sé. — Dice. — Pero pensé que ir... No lo sé. — Balbucea. Pude notar la preocupación en su voz. — Solo quiero saber lo suficiente para poder mantenernos fuera de esto.

Yo ya no le digo nada, simplemente porque no sé que decir, que responder. Sé a la perfección lo difícil que es esto, lo complicado que todo se está volviendo y lo mucho que lo detesta.

No tardamos mucho en llegar al hospital, Se estacionó en el mismo lugar que el día anterior y después entramos al hospital. Vamos con cuidado, tanto él como yo estamos nerviosos de que podamos encontrarnos con los mismos sujetos. Al llegar al segundo piso fuimos a la pequeña recepción.

Esta vez había un enfermero y él fue quien nos dijo que Massimo se encontraba mejor que cuando llegó, que estaba en una habitación y que podríamos pasar a verlo. Nos indica rápidamente como llegar y enseguida seguimos sus instrucciones.

Pasamos al lado del escritorio y seguimos el pasillo. Afortunadamente la habitación no estaba lejos, así que llegamos en un par de pasos. La habitación era muy grande, de pisos y paredes verdes y con luces demasiado frías. En la habitación había tres camas, pero dos estaban vacías y en la última estaba Massimo.

Su piel era de un color amarillo y tenía un respirador artificial. Nos vio entrar, pero no dijo o hizo nada hasta que Asaiah se colocó al lado de su cama y yo detrás de él.

- Asaiah. — Jadeó. El hombre quiso alzarse, pero en cuanto hizo el primer intento de moverse, soltó un fuerte quejido. — Hijo, volviste.

- No porque haya querido. — Sacudió sus hombros y se irguió. Se hizo más alto y descubro que hace usa eso como una especie de escudo, cuando necesita ser más fuerte usa esa posición para engrandecerse y se muestra intimidante, como si así sus problemas fueran a salir huyendo de él.

- ¿El médico habló contigo?

- ¿Quieres saber si me dijo que ibas a morir? — El hombre hizo una mueca y después de dos segundos asintió. — Sí, lo sé. — Massimo tragó saliva y desvió la mirada, casi como si no fuera capaz de mirar a Asaiah. — ¿Quiénes te buscan?

- Gente que le debo dinero. — Le costaba hablar, arrastraba cada palabra y forzaba sus pulmones para que lo pudiera escuchar.

- Eso lo sé. Pero, ¿Quiénes son? Tenemos que llamar a la policía.

- ¡No! — Exclama. Le empieza un severo ataque de tos y cada que su cuerpo respinga, suelta varios quejidos de dolor. — No, no puedes involucrar a la policía en esto. — Sacude la cabeza y lucha por controlar su tos. — No puedes hablar de ellos con la policía...

- ¿Con quién demonios te metiste? — Asaiah lo interrumpe. Massimo frunce el ceño y sacude la cabeza. — ¿De verdad? ¿Tanto miedo te da? — Pude ver como se le cristalizaban los ojos. Sacude la cabeza. — Querías mi ayuda, ¿no? Pues habla de una vez.

- Pablo. — Finalmente dice. — Bianchi. Pablo Bianchi.

- ¿Bianchi? — Asaiah pregunta. Yo no entiendo nada. — ¿De Nueva York? — Es un hecho, no entiendo nada. Massimo lo mira y asiente. — ¿Es en serio? — Exclama. — ¿La mafia? ¿No tuviste nada mejor que hacer que meterte con la mafia? — El alma se me cae al suelo. Sabía lo peligroso que podía llegar a ser una pandilla, lo había vivido con Jackson, pero una mafia... Eso era demasiado. — Tienes razón. No me voy a involucrar en esto.

Asaiah no dice nada más, me toma de la muñeca y me hace salir. Massimo trata de decir algo mientras salimos de la habitación, pero no le responde en ningún momento. Me dejo llevar por él hasta la salida del hospital, incapaz de pensar o decir una cosa. Solo espero e imploro que me explique, que me hable.

- Esto está jodido. — Por fin dice, una vez dentro de la camioneta.

- Explícame. — Exijo.

- Pablo Bianchi es líder de la mafia italiana en Nueva York. — Responde enseguida. — Hacen negocios con armas, lavado de dinero...

- ¿Cómo sabes eso? — Lo interrumpo.

- Cuando peleaba... Winnie nunca me dejó pelear con uno de sus hombres, a pesar de que él quería, a pesar de que prometía muchísimo dinero... Y créeme, eso jamás le gustó. —Para por unos segundos y después vuelve a hablar. — Ese hombre es muy peligroso y tiene muchísima gente detrás. — Frunzo el ceño. — Christina, si se entera que Massimo es mi padre... — No fue capaz de terminar su oración. — Tenemos que alejarnos.

- ¿Qué? ¿Irnos? ¿De nuevo? — El pánico invade mi voz.

- Sí, tenemos que irnos cuanto antes. — El aire abandona mis pulmones. — Mañana a primera hora nos vamos.

Miro hacia la ventana, pero sin poner atención a la nada. Ya tenía mucho tiempo que no sentía ese mismo miedo, ese terror. No podía oponerme, entendía lo peligroso de la situación y eso me aterraba.

¿Algún día eso cambiaría?


Ángel - (Tercera parte de Bestia)Where stories live. Discover now