C27 FUEGO[+EXTRA]

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El doctor quitó el vendaje lentamente. Había tardado unos días en llegar a Londres después de viajar de imprevisto a Francia. Habían pasado más de veinte días desde que había visto por última vez la condición de Lady Tremaine y al encontrarse la escena debajo de esa venda no pudo ocultar su desagrado y preocupación.

— ¿Cómo han lavado la herida? — preguntó sin mirar a los Randall que estaban detrás de él.

— Nos encargamos de que se hiciera exactamente como usted dijo, pero como puede ver, no hay mejoría. Más bien empeora con cada día y ya ni siquiera se puede levantar por el dolor — dijo Griselda mientras se comía una uña.

El doctor toca unas cuantas partes blandas y Lady Tremaine no reprime su dolor.

El doctor, perdido en sus pensamientos susurro inconscientemente: —Esto está muy mal —.

Los Randall y Lady Tremaine se pusieron rígidos.

Griselda paso saliva antes de preguntar con una ceja levantada, como esperando buenas noticias en donde solo hay calamidad. — ¿Qué es lo que sucederá a continuación? —.

Solo en ese momento el doctor se dignó a voltear. Los ojos acuosos de Griselda lo miraban fijamente haciendo que las palabras se atoren en su garganta... finalmente salieron: — La carne ya no sanará... se pudrió —.

Los labios temblorosos de Griselda. Sus ojos miraron al exterior, luego a su madre. No es difícil descifrar los pensamientos internos de esta. El hecho de que a su madre le cortaran una pierna era como si se la cortaran a la propia Griselda. En este mundo, todas las personas que quería Griselda ocupaban en total un 18% en su corazón, y el porcentaje mayor obviamente era para la persona que le dio la vida y con la que más congeniaba, su mamá.

— ¿Y si la dejamos así? No pasa nada, ¿verdad? Solo es carne muerta, no le perjudica ¿verdad? — hablo Griselda.

Hans puso sus manos en los hombros de ella desde atrás y luego las bajo hasta tomarla de las manos. Ella se giró para mirarlo.

— Si no se la cortan... es probable que muera más rápido. Ella tiene gangrena —dijo Hans.

De pronto, Griselda se volvió como un torbellino queriendo arrasar todo a su paso, en especial al doctor. Ella estaba completamente segura de que este doctor, incluso con sus treinta años de lealtad no era digno de confianza y no era lo suficientemente conocedor como para dar un diagnóstico.

Por otro lado, Lady Tremaine, quien estaba tan callada que no parecía estar presente, habló con tono solemne — Lo entiendo. Debo deshacerme de esta pierna mía que ya no sirve para este cuerpo. Yo... solo necesito unos minutos a solas —.

Nadie se atrevió a decir más, todos salieron de la habitación.

Mientras ellos salían, Annie estaba a punto de llegar a la mansión. En el momento en el que ellos estaban a dos pasos de la puerta, ella se encontraba en la entrada del jardín... y también, Lady Tremaine sacaba algo de su buro.

Casi como una obra bien estructurada, los golpes llovieron en la mansión.

Normalmente cuando Annie llega a los jardines, su pequeña mascota la recibe, sin embargo, no había señales de ella. Eso la preocupo mucho, así que comenzó a llamarla pero no hubo respuesta. El corazón de Annie latió a mil, se aceleró. Inconscientemente soltó lo que llevaba en las manos y comenzó a correr por todos lados al azar, gritando el nombre de su mascota.

Los gritos llamaron la atención de Griselda, quien con brazos cruzados esperaba a que su madre les dejara entrar.

¿Qué está haciendo ahora? ¿Para qué gritar?, pensó Griselda y estaba por ir a preguntarle pero un fuerte rugido de plomo la detuvo a ella y paralizó a los dos hombres presentes.

LEGACY: Las Hermanas TremaineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora