3- Porque debemos dejar el celular lejos de estilistas maliciosos.

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 Honda tomó un pan tostado y le untó mantequilla.

-Solo cuando vengo a visitarte comes decentemente. – Mordisqueó el pan, lamiéndose los labios. – Sino te pido que me prepares algo, o si no te lo preparo yo, comes fideos instantáneos o comida rápida empaquetada del supermercado.

-No es mi culpa. – Hundí el tenedor en mi intento de desayuno quemado, acomodándome mientras con la otra mano la bata que me acababa de poner.

Honda llevaba una igual.

-Si lo es. – Honda sorbió un trago de café, mirando por la ventana con una sonrisilla burlona.

Mi departamento estaba en una décima planta de un edificio de arquitectura moderna. Con el dinero que ganaba – muy buena cantidad – podía comprarme algo aun más caro, como una casa en la zona privilegiada de la ciudad, pero con ese departamento, que ya de por si no era nada barato, me conformaba.

Si fuera por mí, yo tendría un piso más modesto, tranquilo. Pero a Nowaki no le gustaba ir a visitarme a cuchitriles que no eran dignos de su presencia, así que me convenció de mudarme a este lugar.

-Mi agente debe vivir en un lugar al nivel de la estrella a la que representa. Además, tienes por obligación que estar cerca de donde yo vivo.

Y así fue entonces.

Pero, a pesar de lo que cuesta, de la calidad del edificio, y todo de el lujo, yo desperdicio todo el dinero invertido.

No lo llené de muebles finos ni de pantallas planas.

Solo tengo el comedor que es pequeño, para dos personas. La cocina que ya venía incluida, un sillón, un reproductor no muy ostentoso de música, una cama matrimonial, y muchos, muchos, demasiados libros, discos, y pinturas de artistas callejeros.

Nowaki siempre hace gestos cada que se ve obligado a entrar.

-Puedo llamar a un asesor de interiores a que lo arregle. – Me dice mirando a todos lados.

-No gracias. – Declino con una sonrisa.

El departamento da a un edificio enorme, también residencial. Y cuando recién me mudé, veía por la ventana al departamento de enfrente cuando tenía la oportunidad de estar en casa y dejaba la cortina abierta. En el vivía un hombre joven, al menos más joven que yo.

Era extranjero, alto y fuerte, de cabello miel siempre desordenado y sonrisa encantadora.

Cuando coincidíamos y se cruzaban nuestras miradas, el levantaba su taza de café o su copa en forma de saludo, como si bridara por mí. Y yo hacía lo mismo, devolviendo la sonrisa.

Era pintor.

Lo sé porque en su sala de estar no tenía sillas o sillones ni nada por el estilo; solo tenía botes de pintura y brochas. Y de la pared siempre colgaban lienzos.

“Me encantaría invitarlo a salir” Pensaba siempre que por la ventana veía como fruncía el seño y su mirada se tornaba seria frente a un lienzo. Se rascaba la barbilla, pensativo; y después sonría y seguía trabajando, llenándolo todo de su alma en forma de pintura.

“¿Qué pintas?” Me preguntaba siempre, viendo como sus brazos se movían llenos de gracia salpicando colores. “¿Me dejarías verlo?”

Un día llegó con una chica a su departamento, y los vi besarse y hacer el amor.

Pero no me sentí mal. Sonreí y me alegré por él, contento de conocer su inspiración. Discretamente, cerré la cortina.

Al poco se mudó. Si se mudó con ella o regresó a su país, no lo sé.

Don't fall for me                           (BoyxBoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora