CAPÍTULO 2

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Después de la buena golpiza que me propinaron Axel y sus amigos, decidí quedarme en el baño hasta que terminaran las clases. No quería que nadie me viera en ese estado; tenía el ojo derecho un poco morado e hinchado, la nariz roja y en mi labio inferior había una pequeña cortada de la que salían gotas de sangre y, aunque no pudiera verlo, estaba seguro de que mi abdomen estaba amoratado de tantos puñetazos.

Dejé pasar tres timbres. A la cuarta hora, supe que el final de las clases había llegado. Esperé unos minutos a que la mayoría de estudiantes salieran —podía oír el alboroto y los pasos apresurados en dirección a la puerta principal— antes de hacerlo yo. Cuando salí, aún quedaban algunos alumnos, pero ninguno que yo pudiera reconocer.

Caminaba por los pasillos con la cabeza agachada para que nadie pudiera notar los golpes en mi rostro. Pasé al salón para recoger mis cosas y después fui a los salones de primaria para recoger a mis hermanos. Me sorprendí al ver a Sally salir del salón de cuarto grado, pero sonreí un poco al darme cuenta que tal vez había acertado en su edad.

Salí de mi trance al escuchar una voz que repetía mi nombre una y otra vez. Giré sobre mis talones para encontrarme con mi hermana. Yo seguía sin levantar la cabeza, no quería que nadie se preocupara por mi estado, y menos mis hermanos menores.

Sarah vino corriendo hacia mí con su típica sonrisa. Al estar frente a frente, su sonrisa fue sustituida por una mueca de notoria preocupación al ver mi rostro lleno de moretones y sangre.

Llevé mi dedo hacia mis labios, pidiéndole silencio, pero era mi hermana y sabía que guardar silencio era lo que menos haría. Abrió mucho los ojos, después se giró y llamó a mi hermano con las manos, el cual también vino corriendo rápidamente. Era eso lo que menos quería. Estampé mi mano sobre mi frente, pero al sentir un dolor punzante, recordé todos los golpes y me arrepentí.

Después de explicarles a mis hermanos lo que me pasó, caminamos fuera de la escuela para dirigirnos a casa. En el trayecto, mis hermanos comenzaron a platicar me de cómo les había ido en su primer día de clases en tercer grado.

—Hoy conocí a una niña de 4° año. Me cayó muy bien y me junté con ella en el receso —

presumió Sarah, por supuesto con una sonrisa victoriosa.

—¡Ah, si! ¿cómo era que se llamaba? —cuestionó Mark, curioso.

—Sally. se llama Sally Williams —confirmó Sarah.

Paré en seco al escuchar su nombre y recordar la incómoda situación al inicio de las clases.

—¿Como dijiste? —pregunté de nuevo, con cierto interés, pero mucha más vergüenza.

—Sally Williams, ¿por qué?

Esperaba con todas mis fuerzas y mi alma que no estuviéramos hablando de la misma persona.

Se me ocurrió algo para comprobarlo. Aún recordaba cuando sacudió su bonita falda rosa.

—Ella...¿Llevaba una falda rosa? —susurré, casi involuntariamente.

Entonces ella sí era menor que yo.

—¡Si! Es ella. —Sarah pegó un pequeño salto, emocionada.

—¿La conoces? —preguntó Mark, notoriamente confundido.

No sabía cómo responder a eso sin correr el riesgo de que mi cara se volviera un tomate.

—Bueno yo... —Lo pensé unos segundos—. Solo la encontré en la mañana y nos presentamos. Solo eso —dije con simpleza.

—Ah. —Fue la única respuesta que recibí de parte de mis hermanos.

Seguimos caminando, pasamos por el parque y mis hermanos me convencieron de llevarlos más tarde, después de haber comido y hecho los quehaceres correspondientes de la casa.

Pasamos también por la tienda de videojuegos y no pude evitar mirar un gigantesco cartel que anunciaba la preventa de un nuevo videojuego de mi colección favorita: "The Legends of Zelda: Majora's Mask" . Sonreí inconscientemente. Necesitaba tener es juego. Moriría por él.

Pasamos de largo, lamentablemente. Luego de tres calles más, llegamos a nuestra casa. Saqué las llaves de mi mochila y abrí la puerta. Mis hermanos pasaron primero, después entré yo y cerré la puerta detrás de mí.

Dejé mis cosas y subí las escaleras corriendo hacia mi habitación, con la ilusión de poder sumirme en mis pensamientos, y en el silencio.

Luego de curar mis heridas, estuve un rato jugando videojuegos, luego vagué un poco por internet y mis redes sociales.

Unos minutos después, tocaron el timbre. Como soy un hermano muy responsable, dejé que mis hermanos menores atendieran la puerta. Supe que había sido un error cuando Mark subió corriendo por las escaleras, agitado, y sin parar de gritar que la visita era para mí.

Bajé rápidamente las escaleras al verlo tan alarmado. Miré la puerta; estaba abierta y la persona estaba recargada en el marco de ésta, pero lo único que podía distinguir es que era un hombre.

Me acerqué un poco más y reconocí su rostro. Quedé inmóvil y boquiabierto por unos segundos, sin saber realmente qué decir.

—Hola, Ben. —Sonrió burlonamente.

—¿Tú? —tartamudeé, con los ojos bien abiertos.

No podía creerlo. Era él.

Querido Ben... [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora