24. ¿Castigo o premio?

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Brillas y brillas tan lindo. Y brillamos juntos...
("Brillas", León Larregui)


Después de nuestras muchas tormentas –que más parecieron un diluvio y también hubo un "arco iris al final de la tormenta"–, nuestro cielo se despejó y brilló.

En mi ya típico usar canciones, Magnus brillaba tan lindo y brillamos juntos. Aprendí de mis errores. No lo pensé tanto y viví el momento, que durara lo que tuviera que durar y, si después dolía, doliera lo que tuviera que doler.


"2013, mayo/junio:

Yo quería de verdad ser feliz con él. Volvíamos a la etapa de luna de miel, quería estar con Magnus las veinticuatro horas del día. Quería verlo, perderme en sus ojos, abrazarlo, besarlo, o, simplemente, sentarme a su lado y tomar su mano, poder cerrar los ojos tranquilo sabiendo que él estaba ahí, que no se iría.

No podía concentrarme en las clases y eso no solía pasarme nunca. Pero, de repente, a todas horas, me encontraba pensando en él...

...en ocasiones algún maestro me llamó la atención. Recuerdo perfectamente una de esas:

Yo estaba en la primera fila, segunda butaca. Era difícil no notar mi mirada perdida.

—¿Alexander? ¿Lightwood? ¡JOVEN LIGHTWOOD!

Y yo lo noté hasta que Arturo picó mis costillas, con una risita.

Enfoqué al maestro por fin, volviendo a la realidad. Me miraba –todos, en realidad– molesto.

—P-perdón.

—¿Estaba prestando atención? Dígame qué estaba diciendo hace un momento.

Empecé a removerle nervioso y mi cara ardía. Busqué a Arturo con la mirada y él se hizo el desentendido. Siempre me he preguntado cómo es que él no pone atención, pero cuando le preguntan, responde bien. Maldito suertudo. Suspiré e hice lo único que podía hacer: fui honesto.

—Lo siento. La verdad no estaba escuchando.

Sus ojos se abrieron sorprendidos. Claramente yo nunca habría dicho eso. No en mi estado normal, pero estaba enamorado y no pensaba. Después sonrió.

—Qué sincero, Alexander. Que sea la última vez.

Yo asentí e intenté poner atención el resto de la clase.

Al final de la hora, me llamó. Como castigo me obligó a tomar un curso de "Poesía mexicana". En esa misma tarde era la primera clase del taller. Y la siguiente semana el primer viaje: Guanajuato. Iríamos a algunos Museos y otras Universidades de visita.

No es que me moleste la poesía, pero yo tenía planes. No podía irme de la ciudad justo ahora. Así que, muy de malas, le avisé a Magnus que hoy no podría verlo. Sin darle muchos detalles, le expliqué que había entrado a un taller.

‹‹¿Cuál? ¿Qué horario?››

‹‹¿Por qué preguntas?›› No le iba a decir que me castigaron por estar pensando en él y no poner atención. Primero muerto.

‹‹Curiosidad, Alexander. Tal vez coincidan nuestros horarios y pueda verte entre clases, mi amor››

Nunca iba a cansarme de esas dos palabras. Le di los datos sin dudar.

Esa tarde, volví a Letras de malas. Y más cuando no me encontré a Magnus. Maldito destino. Pensé que al menos podríamos vernos un momento, esperaba un beso suyo para aguantar mi castigo...que después de todo era su culpa.

Pero toda mi amargura desapareció cuando entré al salón del taller. Él siempre fue mi imán. Nada más entrar, mi mirada viajó a la última fila. Ahí estaban, ojos verde dorado y una sonrisa pícara que hizo saltar mi corazón."



Después de todo, no fue un castigo. Amé el taller, amé al maestro, amé a mi pareja de proyecto...

Amé ese viaje a Guanajuato.

Amor entre libros (Malec)/DISPONIBLE EN FÍSICOWhere stories live. Discover now