Nuestros labios están completamente unidas y por esta vez compartimos todo, el toma lo que quiere de mí y yo se la doy complacida mientras hago lo mismo con él.

El corazón parece querer salir de mi pecho, y en mi estómago siento las típicas mariposas asesinas.

Nos separamos para tomar aire y luego vuelve a asaltar mis labios con pasión y delicadeza.

—Eres totalmente adictiva princesa —susurra contra mis labios y yo jadeo y no logro hacer otra cosa que demostrarle lo que siento por él de la forma más común, con un beso.

Y ese momento se torna eterno, mientras siento el corazón más sincerado que nunca antes y el alma libre, abrazado al suyo.

Al final es cierto que las almas gemelas existen.

Y se torna fácil de entender todas las frases y dichos referentes al amor, todo se torna más ameno y menos dificultoso, porque todo ésta en torno a él, a él junto a mí.

Y mientras siga él a mí lado nunca me faltará el amor, el cariño, la devoción y hasta el oxigeno.

Y todo lo malo se vuelve negro, el amor es ciego y ciega estoy. Lo único que deseo es su presencia, amor, y nada más.

Es raro pensar en todo esto, yo que siempre fui el cero a la izquierda, el alma opacada por el mundo.

Siempre fui la rara y la menos querida.

El amor todo lo cambia, absolutamente todo.

De repente lo siento lejos de mí y abro los ojos, el miedo y la vergüenza suben a mí con demasiada rapidez.

Mi padre nos mira impasible, o mejor dicho, lo mira impasible.

El miedo recorre mis venas como libido, en este momento mi corazón no late por el amor, sin no por su contrario.

— ¿Se puede saber que hacen? —pregunta con la mandíbula apretada.

—Papá —murmuro.

El me dirige una mirada y luego observa con rabia en los ojos a Stephane.

—Contigo quiero hablar. Ahora —exige.

Da media vuelta y obliga a Stephane a seguirlo dejándome sola en la cocina.

Pasan los minutos y yo me siento más incomoda y preocupada, era la segunda vez que mi padre llegaba cuando Stephane y yo estamos juntos. Y sigue ese presentimiento que ellos se conocen.

No puedo seguir con la duda y me acerco al corredor que lleva al estudio de mi padre, el me había preguntado si era curiosa y lo era. 

Escucho sus voces desde la lejanía y más que hablar, están discutiendo. Me acerco más para escuchar lo que dicen y me sorprendo al no escucharlos hablar inglés, si no algún idioma que no se identificar.

Me sorprendo aún más al entenderlos, no hay ninguna explicación racional ¿Cómo puedo entenderlos?

—Te advertí a que no te acercaras a ella —es la voz de mi padre.

—Tú no me puedes decir que hacer y que no.

—Cuando se trata de ella, claro que si puedo mandarte si quiero; tú no puedes acercarte a ella.

—Claro que si puedo, ella es mía y lo sabes. La amo y me ama.

— ¿Cómo estas tan seguro de eso?

—Ella me lo dijo.

Nimiel, ese nombre rebota en mi mente y no puedo evitar pesar en que hablan de ella. Si fuera así, ¿yo que significaba en todo esto? ¿En verdad Stephane me ama?

Me alejo de la puerta y vuelvo a la cocina para que ellos no sospechen nada.

Luego de algunos minutos en que mi mente solo me aseguro que no significaba nada para Steph, escucho la puerta del estudio de mi padre abrirse y luego cerrarse de golpe.

Me levanto del taburete y voy a la sala.

Stephane sale con el rostro serio, nuestras miradas se unieron pero no dijo nada, camino hacia mí y levanto mi mentón con una mano.

—Te amo —me susurra y luego me da un beso corto.

Se separa de mí, me susurra un "nos vemos" al oído y se marcha por la puerta dejándome con la respiración acelerada, el corazón desencajado y la duda a flor de piel.

Mi padre aparece delante mío y me mira con seriedad y decepción.

— ¿Qué te está pasando Michelle? ¿Qué hacías en la casa sola y con este chico?

—N-Nada —tartamudeo y bajo la cabeza, sumisa.

—No quiero que vuelvas a traer a ese chico a ésta casa, no quiero que lo vuelvas a ver. —habla con voz autoritaria.

—No puedo hacerlo —murmuro.

— ¡Entonces busca la manera! —Me regaña aún más fuerte —No me gusta ese chico para tí.

Alzo la vista y lo miro.

— ¿Por qué no? Dame una razón. — exigí. 

Se queda callado por un momento.

—Apenas lo conoces —habla al fin —No es una buena persona. Esta engañándote.

— ¡¿Cómo lo sabes?! —pregunto ya exaltada.

¿Qué tiene de malo? ¿Qué tiene en contra de él?

— ¡No me alces la voz!— me grita.

En ese momento siento los ojos escocer, ¿Qué tiene de malo?

—Yo lo quiero y lo seguiré haciendo —respondo —Quieras o no, saldré con él.

—El no es lo que parece Michelle, hazme caso, soy tu padre.

Unas lágrimas solitarias recorren mis mejillas.

—No —respondo secamente y subo corriendo a mi habitación sin hacer caso a los gritos de mi padre llamándome.

Llego a mi habitación y caigo rendida a la cama llorando sin reparo alguno, no puede ser verdad. Es la primera vez que me enamoro y sucede esto.

Mi subconsciente me grita que soy una adolescente dramática pero mi corazón se había desecho en los minutos en que mi padre no aprobó mis sentimientos.

Me siento realmente traicionada.

Esto sera muy difícil, pensé.

Alma Guerrera EN REVISIÓN Y EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora