Primos «in law»

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El día sábado había llegado y, por más que no quisiera levantarse temprano, ahí estaba, camino a la chimenea de la directora de Hogwarts. Aunque sabía que la cita era para estar en casa a mediodía según lo que su padre le había dicho. Pero, cual hijo de un típico mago inglés, tomó la decisión de presentarse en poco después del desayuno. Además, no tenía ganas, ni tiempo de explicar a sus compañeros por qué se alejaba del colegio ese fin de semana, menos a que lo invadieran a preguntas. Por otro lado, pretendía charlar con su madre y tratar de convencerla de que ese enlace no tenía sentido. Si lograba que Narcisa se pusiera en su lugar, tal vez pudiera contar con su apoyo y zafarse de ese antediluviano compromiso. Era evidente que la familia había organizado un selecto almuerzo para festejar el supuesto gran evento... De seguro Astoria ya estaba en casa, no la había visto en la sala común de Slytherin durante los últimos días. Según Daphne —hermana de Astoria—, esta se había ausentado del colegio, pues quería probarse un diseño exclusivo que su madre le había comprado en Francia. De seguro ambas ya estarían con los suyos, esperándolo. Y él en lo único que pensaba era en cómo le habría ido con V.C en relación al famoso trabajo de las perlas de defensa que había hecho con Granger.

El día anterior durante la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, el profesor los había mirado a ambos y, lejos de ser inquisidor, les sonrió; de seguro imaginaba un tórrido romance entre él y Granger... Rió y meneó la cabeza. ¡Granger y su cara de pocos amigos! Demostraba que para nada le gustaba la idea. No obstante y, si lo analizaba pausadamente, nunca la escuchó proferir palabra alguna de disgusto o tratar de quedarse después de clases para aclarar el asunto con el profesor. Tal vez fuera solo una fachada... mal que mal, se trataba de él... de Draco Malfoy y no era usual que una mujer se le negara. —¡Oh, vamos!¡Es Granger! —se regañó él mismo—. ¡Es evidente que ella no está interesada en ti! Pero y si... ¿sí? ¡Ah! ¡Estupideces! Granger es insignificante, no es digna de mí —bufó con rostro sonriente porque ni él mismo se lo creía.

Dejando de lado sus ya reiterados pensamientos en relación a Granger y, luego de saludar a la directora, ingresó en la chimenea del despacho pues McGonagall ya lo había autorizado.

Al llegar a casa, pensó que alguien estaría en la sala, pero solo un elfo con cara de odio y repulsión, limpiaba con sumo cuidado la cristalería fina de unos de los muebles. Al escuchar que alguien había llegado, se volteó e hizo una forzada reverencia.

—Bienvenido, amo Draco. Madame Malfoy, se encuentra en sus aposentos. Ha dicho que está con jaqueca.

Draco respondió asintiendo, mientras que con su varita realizó un movimiento a su valija, enviando lo poco que había traído, a su habitación.

Ni siquiera se había molestado en preguntar por su padre, debía andar por ahí, como niño con juguete nuevo, lleno de regocijo e inspeccionando los pormenores del aparente «gran acontecimiento» que se llevaría a cabo ese día.

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Hermione, por su parte, se había dedicado a buscar algo que le diera mayor información o pistas sobre esa especie de sueños premonitorios que había experimentado, incluso estando en vigilia. Sabía que el tema de la tarea sobre las perlas de defensa era fortuito, que no estaba relacionado directamente con sus sueños o con esas extrañas sensaciones, si no en el recuerdo de lo que ello encerraba... un recuerdo que no sabía que estaba en su memoria hasta que apareció y sintió que era real... tal vez en otra vida... Inclusive en esa especie de trance en donde escuchó su propia voz junto a la de Malfoy, estando con él mismo presente.

Mientras revisaba un antiguo libro sobre legeremancia, reparó en que alguien se había sentado frente a ella: era el profesor Constantine, un hombre agradable que llamaba la atención por parecer enfermo, luciendo unas marcadas ojeras. No obstante, algunos decían que era un tema de genética y que de enfermo, no tenía nada. Además olía a tabaco, pero también a sándalo, combinación perfecta para lucir seductor, adosado a todo ese conjunto de virtudes, venía un rostro atractivo y una barba poco crecida, que lo hacía el deleite de las féminas de Hogwarts. Era sabido que entre ellas ya tenía un pequeño fans club de admiradoras.

OTRA OPORTUNIDAD PARA AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora