Siete.

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Ataques, y explosiones.




Termino de ayudar a descargar la última silla, y firmo el papel que indica que el pedido ha llegado.

El lugar está hecho una mierda. Hay que arreglar las luces de la cocina, el suelo de la planta de arriba ya está puesto, pero debo esperar hasta mañana para poder acomodar las cosas que van allí.

La habitación gigante que se usa como biblioteca ha sido vaciada, ya que tenía que los estantes se estaban literalmente cayendo a pedazos, por lo que las nuevas llegan mañana, y los libros están en cajas que se encuentran apiladas en la esquina a mi derecha, en donde también hay lámparas, decoraciones y demás cosas.

Nunca pensé que tres años de abandono pudiera afectar tanto a este lugar, pero vaya que sí, pero no hay prisa, y tampoco estoy solo.

—¿Por dónde comenzamos? —Me pregunta él mientras se seca el sudor de la frente. Está demasiado atractivo con ese mono de trabajo. Tiene una cargadera desabrochada, por lo que puedo ver parte de su pecho a través de su camisilla. Diablos, sí, se ve demasiado bien con eso.

—Si quieres, puedes ayudarme a limpiar esta zona de aquí —Señalo a mi izquierda, a lo que es la sala común que está ubicada frente a la barra —Aquí podremos el sillón en ele junto con una de las mesas negras de centro, así que necesito esto limpio —Asiente y se acomoda la gorra de forma que la parte delantera le queda hacia atrás. Está para comérmelo.

—Sí, señor —Responde, y pasa por mi lado para ir por la aspiradora. El mono le marca un poco las piernas, pero más que todo el trasero, y mi polla salta feliz por la visión.

Mientras el comienza a limpiar, yo voy a la cocina, y me encargo de arreglar las luces. Ya están gastadas, al parecer las dejé encendidas desde que cerré, y por estar tanto tiempo así, se quemaron, es un alivio y algo extraño que no haya provocado un incendio. La sola mensión de la palabra me hace tener escalofríos.

Me concentro en hacer esto, y trato de no pensar mucho, cuando termino, estoy sudado, lleno de polvo y con el cuerpo algo entumecido por las posiciones incomodas y casi interminables que tuve que usar para poder hacer esto. Hoy es sábado, por lo que planeo que el café abra el lunes, por más tardar martes. Pruebo las luces y funcionan de maravilla, las apago de nuevo y voy junto a Stiles.

—Hey, ¿qué haces? —Le pregunto al verlo mirando hacia la pared con un gesto pensativo.

—¿Cómo crees que queda esto aquí? —Me pregunta dándose la vuelta y mostrándome lo que está mirando. El aliento se me estanca en la garganta y él al ver mi expresión viene rápido hacia mí —Derek, ¿qué pasa? —Miro los cuadros con atención, y busco su nombre con desesperación a través de la pintura hasta que lo veo. Albert Hale. Mi padre.

—Sí, es solo que ... —Alcanzo a responder después de uno momentos en shock —Mi padre pintó esos cuadros —Le explico.

Me acerco a ellos con Stiles agarrado de mi mano y observo los cuadros aun mejor. Una sonrisa se me dibuja en la cara, y los ojos se me empañan por las lagrimas.

Papá amaba pintar, él amaba todo lo que fuera arte, y le encantaba siempre estar en su estudio haciendo algo nuevo, ya sea esculturas o pinturas, a veces no tenían forma alguna, otras veces, sí, como éstas pinturas. Son tres, y en cada una hay algo que conecta, un prado junto a un río, una cabaña con muchos árboles atrás y a los lados, y dos manos agarradas a la puesta del sol.

With You ©Where stories live. Discover now