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Todo era silencio en la casa. Mamá estaba ahí. Mis tíos estaban ahí. Frank estaba ahí. Yo estaba en la cama del tío Harry, con los ojos cerrados como si eso pudiese borrarlo todo. Ellos me rodeaban y lo sabía. Todos esperaban que me despertara, pero yo no iba a abrir los ojos, no quería.
-No voy a dejar que Louis vuelva a hacer esto.-dijo el tío Liam.
-Es su papá.-dijo mamá.
-Amor, sabes muy bien que lo que hizo estuvo mal. Ella no puede alterarse así. Louis es su papá, bien. Que se comporte como tal.
-Quiere castigarme a mí.-dijo Harry y siguió jugando con mis dedos.-Él me odia porque ella me quiere. Ella se volvió una parte crucial de mi vida y eso es algo que él no soporta. No quiere que estemos juntos nunca. Entonces hace todo lo que pueda para lastimarme, pero no ve que la está lastimando a ella. Louis está encaprichado como un nene al que le sacan un juguete.
-Cuando estábamos sólo Louis, Darcy y yo, ellos tenían la mejor relación padre e hija que vi en mi vida. Eran únicos. Pero es difícil cuando Freddie está ahí.
-Ella le dijo hoy que ya no eran hermanos.-dijo Harry.-Creo que ella, en cierta forma, cerró esa conexión de pensamientos que siempre tienen. Freddie se enojó mucho. Demasiado diría yo.
-Ella tiene miedo de su hermano.-suspiró mamá.-Pero él ya no sabe cómo recuperarla.
-Freddie la perdió cuando hizo lo que hizo.-interrumpió Frank.-Fue culpa de él, no de ella.
-Si, pero ella no es la única que está enferma.-dijo mamá.
Era cierto. Freddie también estaba pasándola mal. Lo busqué y supe que seguía enojado. Lo llamé pero no respondió. Ya no lo hizo, aunque sé que lo sintió.
-Ella necesita volver a lo que era antes, pero Freddie necesita otra cosa.-dijo el tío Liam.-Creo que tengo que hablar con Louis. De verdad tengo que hablar con Louis, va a terminar perdiéndolos a los dos. Todos los vamos a perder a los dos como que esto siga así.
Todo fue silencio. Sentí a Freddie. No se sentía bien. Sabía lo que tenía que hacer.

El tío Liam estaba bañándose y el tío Harry dormía. Los demás se habían ido. Me senté en la silla y tomé la plata que había escondido hacía un rato bajo el sofá. Salí en silencio por la puerta y acomodé mejor la manta sobre mis piernas. Era hora de que todo estuviera bien. Pensé en mi familia y en mis amigos, pero más pensé en Freddie y en que seguía sin responder a mis pensamientos. Así que me fui. Tomé la calle principal y seguí hacia el frente sin detenerme, sin que nada me importara. Cuando empezó a hacer frío, me resguardé en una de las camperas del tío y me cubrí mejor con la manta. Me detuve en un puesto y compré una hamburguesa para luego seguir mi camino. Era de noche y todo estaba oscuro, pero yo sabía a dónde iba. Pasé por aquel lugar en el que me encontraron papá y Freddie luego de que me fuera del hospital. Pasé por nuestro restaurante favorito y por la vieja casa. Pasé por el lugar del accidente y, frente a mí, se extendió el lugar en el que todo llegó más lejos de lo que debía llegar. El campamento. Estaba vacío y algo descuidado. Supongo que nadie iba en esa época del año. No entré, no me atreví. El odio de Freddie me llenó de golpe y seguí por la ruta, hasta que ya estuve demasiado cansada y me atreví a dormir, entre los árboles para no ser encontrada. No quería seguir arruinándolo todo. Ya era hora de que volviera a no ser.

Cuando desperté, mi ropa estaba un poco húmeda. El rocío había mojado mi silla y avanzar se volvió un poco más difícil. El cielo estaba despejado, pero el viento no hacía más que helarme. Sentí la preocupación de Freddie y le dije, con todas mis fuerzas que estaba bien, que se quedara tranquilo. Necesitaba que él estuviera bien.
Miré todo y seguí avanzando. El mundo parecía abandonado sin todos aquellos a quienes quería. Pero era yo la que abandonaba, la que se iba, la que negaba todo lo que pudiese necesitar en ese momento. El pecho comenzó a dolerme, pero no estaba alterada. No había qué tranquilizar. Me detuve y aguardé, pero el dolor sólo aumentaba. Freddie estaba asustado, pero ese dolor era sólo mío. Volví a avanzar. Quería volver a casa, pero Freddie necesitaba ser el centro y tener a su familia. Yo sabía cómo permanecer sola y apartada, él no.
Cuando llegué a ese lugar todo se sintió silencioso, más que nunca. El dolor no disminuía, es más, se volvía más fuerte a medida que avanzaba hacia allí. Era donde todo había empezado. Donde Freddie me dio mi primer piquito y todos lo celebraron. Ese podía ser el momento que lo arruinó todo.
Sentí la súplica de Freddie. Quería que volviera, pero yo sabía que no podía hacerlo.
Me encerré un instante en mí y lloré. Extrañaba a todos.
Entonces seguí camino, sintiendo que todo era un desastre y alejándome de todo lo que conocía. Tenía miedo de tentarme y volver.
Se hizo de día y de noche varias veces y yo ya no sabía dónde estaba. Me habían ayudado un par de veces a inflar las ruedas de mi silla y había pagado por comida para otro hombre también en una ocasión. Todavía quedaba. Todavía estaba bien. Freddie me gritaba. No quería escucharlo. El pecho no había dejado de dolerme. Todo era un desastre.

El secreto (2da temporada de Escondida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora