Saoirse Foritt, capítulo 6

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Ninguno de los dos se movió en aquel instante. Sus respiraciones se habían vuelto tan lentas que contradecían sus latidos. Forage observó el rostro de cada uno de los hombres. El desprecio que poseían era palpable. Ellos podían sentir el miedo que los recorría, deseaban verlos morir y él no permitiría que la vida de su familia fuera arrebatada.

La unión de ambas manos se separó abruptamente. Forage separó su mano de la de ella, perdiendo la calidez de su tacto quizá por última vez.

-Urania vete –ordenó sin mirarla. Sus ojos se hallaban fijos en los hombres, quienes los observaban alertas.

- No... No quiero irme ¡Quiero luchar contigo!

Forage se giró a observarla. Había pesar en su mirada, un dolor que ella jamás había visto. Era un dolor del corazón, el dolor de saber que se quedaría a proteger a su familia aunque muriese en el intento. Una lágrima resbaló por su mejilla. Urania lo sabía, sabía que debía marcharse por el bien de su bebé y, por más que su corazón decidiera quedarse, sus pies iban retrocediendo.

Sus latidos llegaron a ser tan fuertes que resonaban en su cabeza. Apenas las voces eran distinguibles al igual que las personas entre el humo. La silueta de Forage bañada en luces se iba haciendo más lejana. Él seguía luchando, impidiendo que corrieran por ella. Avanzando con decisión en proteger a los dos seres que más amaba.

Con una mano en su vientre y punzadas en el cuerpo que parecían competir con el dolor que llevaba en el corazón, corrió sumergiéndose entre las calles y las casas. Sabía lo que le esperaba, podía oírlo, podía olerlo. La muerte estaba impregnada en el ambiente al igual que el aroma de Forage. Ella correría el mismo destino, pero no con su hijo.

Pronto, una punzada aún más fuerte provocó que detuviera su paso y se abrazara a una de las paredes de una casa de madera. Un líquido resbaló por sus piernas y al mirar el suelo pudo darse cuenta de lo que era. Maldita era su suerte. No podía aguantar más aunque quisiera.

Giró su cabeza y observó las antorchas algo lejanas bañando con su luz las calles. Urania, a cuestas, giró en una de las esquinas, perdiéndose de vista.

Su cuerpo se estremeció y, sin poder aguantarlo, gritó de dolor. Varias lágrimas cruzaron su rostro en una travesía que parecía no tener final. Se odiaba por gritar, se odiaba por abandonar a su esposo y, en especial, se odiaba por no poder seguir y salvar a su bebé.

Un par de brazos la sostuvieron por la espalda. Asustada, se movió lo más fuerte que podía para intentar soltarse; mas entre las lágrimas y el jaleo sintió unas manos cálidas tomar sus mejillas.

-Te ayudaremos, niña. Estás a punto de dar a luz - habló una señora.

Por un segundo, a Urania le pareció ver a Agnes en el rostro de aquella mujer. Su cuerpo dejó de luchar, y caminó con la poca fuerza que poseía hacia la casa. El hombre que sostuvo su espalda la tomó en sus brazos y la llevó hacia una cama de madera que reposaba en la esquina del amplio salón.

La anciana señora se acercó a ella en compañía de una joven reconocida. Una muchacha de cabellos rubios que parecía ser la misma que la despidió antes de empezar su travesía. El hombre acomodó una almohada detrás de la cabeza de Urania para luego retirarse, mientras la muchacha se acercaba con algunas mantas.

-Es momento - escuchó decir a la anciana.

Con terror y dolor, sintió una punzada recorrerla. Había llegado el momento que Forage y ella estaban esperando. La mujer le dio una manta doblada de la cual sostenerse para aguantar. Y así lo hizo. La tomó con fuerza mientras gritaba y pujaba. El sonido de sus gritos se fueron combinando con el de la gente afuera, pasando con sus antorchas, iluminando aún más el ambiente. Si eran encontrados estaban perdidos. Entre el susto, el corazón de Urania latió con más rapidez, y pronto, por el miedo, pujó tan fuerte que el pequeño salió a la luz por primera vez.

Saoirse ForittDonde viven las historias. Descúbrelo ahora