—A veces hay cosas que es mejor no recordar, Johnny.

Aunque esta vez, a pesar de la culpabilidad y la amarga sensación en su corazón, las ganas de permanecer a su lado son más fuertes y por lo mismo se deja abrazar por la cintura, hasta que las lágrimas sin derramar se devuelven a su lugar de siempre. Es, en ese momento, que en su pecho siente algo cálido, algo nuevo pero conocido a la vez.

Y que parece explotar cuando entre sus cabellos siente el toque indiscutible de unos labios presionándose, en un beso protector, tranquilizador como ninguno que haya sentido antes.

———

—Ten, ¿por qué estás de tan buen humor últimamente? ¿Sucedió algo?

Sacude la cabeza en negación y trata de enfocarse en el siguiente pedido, pero es imposible: al pasar al frente de una de las relucientes superficies metálicas presentes en la cocina del restaurant nota que, ahí donde siempre existía una mueca de desgana, una sonrisa ha tomado forma. No es la primera vez que sucede, y otra vez es a raíz del mismo asunto.

Por tercera vez, Johnny le ha invitado a salir. Y por tercera vez, también, le ha dicho que sí.

—¿Es que eres ciego, DongYoung? —Yoonoh deja salir una pequeña carcajada mientras el otro mesero solo resopla, frustrado—. Es obvio que el insistente cliente que siempre pregunta por Ten al fin ha logrado su objetivo, ¿verdad que sí?

—Vamos, no digas algo como eso tan a la ligera, Ten podría sentirse incómodo y...

—No, no, está bien —interrumpe, incapaz de reprimir la sonrisa que despliega en los labios—. No está tan alejado de la realidad después de todo.

Aprovecha el efecto de perplejidad que claramente ha logrado en ambos para retirarse, finalizando su turno con las últimas propinas de sus mesas a cargo, e ignorando sus intentos por detenerle para que explique qué está sucediendo es que finalmente logra salir por la puerta trasera hasta su libertad. Allí, enciende un cigarrillo, y con el pequeño objeto de nicotina en la comisura de la boca deja que el humo impregne sus pulmones en un esfuerzo por relajarse antes de llegar a la calle principal.

Porque tal como en los últimos días Johnny le está esperando allí, estacionado frente al restaurante.

—Saliste más temprano hoy, ¿qué tal ha ido tu día?

Sentado ya en el espacio del copiloto, suelta el humo en pequeñas volutas solo para reírse por la forma en que Johnny arruga visiblemente la nariz. Casi es divertido molestarle, aunque no es precisamente esa la razón por la cual siempre se asegura de fumarse un cigarrillo dentro del auto del mayor. Ciertamente es bueno dejar su estampa característica, que marque el asiento justo al lado de Johnny como propio, pero sus motivos radican en algo mucho más simple.

La nicotina es la barrera que impide que Johnny se acerque más de lo estrictamente necesario, y además, es la droga que logra eliminar un poco la sensación acogedora que brota en su pecho cada vez que le mira directamente a los ojos.

—Pensé que no vendrías —murmura, poniéndose el cinturón mientras que con la otra mano sostiene el cigarrillo, apoyándolo entre sus dedos índice y medio—. Como no te vi en el restaurante...

—Estaba preparando una sorpresa.

Parpadea más de lo normal, perplejo, mientras el motor arranca y sume el espacio en un constante murmullo. En la ventana ve a los edificios pasar de forma lenta, hasta que se empiezan a disolver progresivamente y en su lugar aparecen estructuras más pequeñas; casas amontonadas, luego más separadas las unas de las otras, donde el verde comienza a predominar en vez del frío gris. El color del cielo se apaga, y ahí donde antes existían tonalidades rojizas ahora aparece un negro dominante, resaltado por pequeñas motas que titilan de una forma hipnotizante.

Don't Answer // JohnTen - NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora