7- El laberinto (#7ªetapa del desafío).

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    Las luces mal reguladas, que vienen en sentido contrario, se reflejan en el cielo, como si fuesen platillos voladores adentrándose en la atmósfera

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    Las luces mal reguladas, que vienen en sentido contrario, se reflejan en el cielo, como si fuesen platillos voladores adentrándose en la atmósfera.

  Me encuentro en Redondela, frente a un laberinto de callejuelas. Mi enemigo permanece en silencio.

—Dobla a la izquierda y sigue hasta el final —manifiesta, como si me leyera el pensamiento.

  Mi imaginación, a causa de los nervios, comienza a desbordarse. Soy capaz de visualizarlo como el líder de una secta de muertos vivientes, capitaneando a todas las chicas a las que asesinó. O, peor aún, como el comandante de varios escuadrones de naves marcianas, colonizando y devastando la Tierra a su paso. En esta noche lluviosa, apenas iluminada por las estrellas y los relámpagos, es posible creer cualquier delirio, incluso que él es la Muerte.

—Acabas de llegar —me informa e, igual que si guiara mis próximos pasos dentro del túnel que conduce al Más Allá, añade—: Baja y camina hacia la luz.

  Lo obedezco: un estremecimiento me recorre el cuerpo sin que lo consiga evitar.

  A medida que me acerco a la diminuta casa de piedra, que se halla en el medio de la nada, distingo al hombre. Ciñe del brazo a Aroa. No me importa mojarme, voy rápida hacia ellos.

—Déjala ir —le pido, mirándolo fijo.

—Todavía no, recién llegas —expresa, haciendo una mueca—. Nos divertiremos un rato los tres.

  El miedo que advierto en el rostro de mi amiga me enciende la furia: ¡estoy harta de ser una víctima a merced de las circunstancias! Así que me tiro sobre él y le propino puñetazos. Uno detrás del otro.

—¡Vete, Aroa! —grito y ella obedece.

  El psicópata, desconcertado, cae hacia atrás. Cojo una piedra de las que decoran la entrada y, sin pausa, le machaco la cabeza, golpeando con toda la fuerza que me proporciona la adrenalina y el odio.

  Luego, corro hacia la puerta trasera, sin mirar atrás. Me sorprendo al percatarme de que la Teniente Bouzas camina hacia mí: a pesar de los esfuerzos del monstruo por eludirla, me ha seguido. Esbozo una amplia sonrisa. ¡Me siento tan protegida! ¡Y pensar que me caía fatal, no la soportaba!

  Sin embargo, al alcanzarla, me hunde un cuchillo en el vientre.

—¿Acaso todavía ignoras, niña tonta, que soy yo la que manda a ese incompetente? —me pregunta, cruel—. Yo te he elegido para nuestro juego.

  Atónita, me desplomo sobre el suelo. El dolor es insoportable. Mientras me desangro y caigo en el abismo, percibo cómo una de sus manos me repta por el muslo, en tanto la otra me estruja los senos.

  Aspiro, una vez más, la tierra mojada con olor a cadáver. Oigo a los alienígenas: han bajado de sus naves espaciales y se ríen de mí a carcajadas. Son caníbales, se alimentan con nuestra carne y con nuestro sufrimiento. Siembran el mundo de muertos caminantes, de ojos azules vidriosos.

  Tiemblo por el frío: pronto seré un zombie más...


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Telepsicópata.Kde žijí příběhy. Začni objevovat