6- Al borde de la desesperación (#6ª etapa del desafío).

95 25 3
                                    

  Se supone que debo conducir hasta la comisaría desde la Playa Samil siendo el relleno de un sándwich, es decir,  con un coche patrulla delante y el de la Teniente Bouzas detrás

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

  Se supone que debo conducir hasta la comisaría desde la Playa Samil siendo el relleno de un sándwich, es decir, con un coche patrulla delante y el de la Teniente Bouzas detrás. Sin embargo, los pensamientos obsesivos no me permiten encender el motor (cómplices, suicidio, Aroa está en peligro, chica flotando en la piscina, soy responsable de todo, ansiedad, terror, qué sucederá ahora, quién morirá) y continúo en el aparcamiento al aire libre, respirando hondo e intentando calmarme infructuosamente.

  Apenas un pequeño hilo me une al presente. La medianoche parece advertirlo, puesto que la lluvia empieza a descargar con fuerza. Tan grandes son las gotas que me da la impresión de que tiran monedas desde el cielo contra la carrocería del vehículo. Un relámpago y un trueno simultáneos me indican que la tormenta se concentra encima de mi cabeza, quizá como resultado de tanta tribulación. Gracias a esta luz agonizante miro a la derecha y me percato de que hay algo sobre la alfombrilla, del lado del acompañante.

  Lo cojo entre las manos: más que un móvil es el monstruo de Frankenstein. Unieron la carcasa de un Sony, la pantalla de un ZTE y, al apretar un botón, el emoticón de la cara loca, con una sonrisa desproporcionada, me hace un guiño siniestro, mientras se forman las siguientes palabras:

Te diré cómo deshacerte de la policía, sigue mis instrucciones. Enciende el coche.

—Sí, seguro —digo irónica—. Voy a hacer justo todo lo que tú quieres.

—Exactamente esto harás o tu amiga muere ya mismo, perra —Escucho dentro la voz inconfundible del asesino, plana, como si fuese el engendro de Mary Shelley antes de que su creador le conectara la esencia de la vida.— He puesto una cámara adentro y otra afuera, esta vez no puedes mentirme.

  No le respondo, solo arranco.

—¿Adónde voy? —le pregunto, imitando su tono.

—Dobla por la primera a la izquierda y luego a la derecha.

  Sigo sus órdenes. Tengo la esperanza de que mis guardianes adivinen qué está sucediendo y no me pierdan de vista.

—Vuelve a girar a la izquierda. Acelera.

  Pero no se esperaban esto: por el espejo retrovisor noto que nadie me sigue.

—Ahora coge por la Avenida Europa.

—¿Por qué, mejor, no me indicas cuál es mi destino? —le pregunto, para saber adónde vamos.

  Silencio absoluto. Lo imagino hecho con trozos de distintos cadáveres, detrás de un ordenador en el que aparezco yo como protagonista, penetrándome con su mirada implacable, de un marrón amarillento.

—Redondela —Revela después de una pausa prolongada.— Elige tú el camino... ¿Sabes? Si soy perverso es porque me obligan a esta soledad que odio. Tú me harás compañía, todo cambiará...

  Y me autoengaño, finjo que conduzco para encontrarme con amigos. Casi, porque el perfume de la tierra mojada me recuerda al de las tumbas abiertas en los cementerios parques, dando la bienvenida.

  Poco importo yo. Aroa es una vela a punto de consumirse totalmente: no tengo otra alternativa, entraré en el juego de la bestia...  

  

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Telepsicópata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora