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El silencio dominaba por sobre todo el oscuro lugar, la noche aún no cedía completamente y pocas personas se encontraban levantadas, a excepción claro, de los habitantes de la mansión Uchiha ubicada en algún lugar de Little Whinging, Neville había estado tan nervioso por lo que iba a acontecer ese día, que no había podido seguir durmiendo después de despertar como a eso de las cinco de la madrugada, resignado a esperar a que todos se despertarán se dirigió a la cocina por un vaso de agua y tal vez algo que comer para disminuir sus nervios.

Estaba llegando al final de la amplia escalera cuando escucho un ruido, se puso en guardia como acto reflejo, debido a sus nuevos conocimientos y preparación para ninja, o algo así, estaba empezando a ponerse nervioso cuando por fin pudo ver al causante de dicho ruido, era Naruto, que al parecer también había bajado a la cocina por algo de comer. Lo sabía porque el muchacho rubio llevaba las manos repletas de comestibles.

—Supongo que no soy el único despierto a esta hora —suspiró Neville terminando de bajar la escalera.

—Estas teniendo mejores reflejos —observó el chico—. Y no, no eres el único despierto, cuando se es ninja el día comienza antes de que salga el sol, y el sol esta por salir.

—Pareciera que yo estoy más nervioso que Harry —comentó Neville siguiendo a Naruto cuando éste se dirigió a la cocina, de la que apenas había salido—. Anoche me dormí apenas estuve en mi cama y me desperté cuando dieron las cinco.

—Supongo que fue el cansancio del entrenamiento —observó Naruto—. Oye y cómo...mm ...etto..

—¿Qué? —preguntó Neville, pero el rubio no tuvo tiempo de responder porque alguien estaba bajando las escaleras. Ambos jóvenes se miraron interrogantes y Naruto sonrió malicioso.

Justamente ese día su mente y cuerpo le habían traicionado y le despertaron a las cinco en punto, sin muchas ganas se levantó, se arregló y bajo a la cocina a pedirle algo de desayunar a Kreacher, que sirviera de algo ese feo y viejo elfo doméstico. Dumbledore había insistido en que se quedara cuando empezaron a llegar los viejos y nuevos miembros de la Orden del Fénix, él por su parte había sugerido que lo disecaran como a sus antepasados o en su defecto que lo liberaran pero el viejo director se negó rotundamente alegando que necesitarían de su ayuda para desinfectar el nuevo cuartel, para lo que servía Kreacher, todo el trabajo lo estaban haciendo ellos. Molly Weasley, sus hijos, Hermione y el mismo.

Suponía que siendo él, quien lo ''ayudaría'' a ser libre, y por el respeto que le tenía podía pasar por alto e incluso ignorar al viejo y feo elfo de su madre, pero conforme pasaban los días las ganas de deshacerse de la criatura eran cada vez más grandes, Kreacher se la pasaba interfiriendo en su ''misión'' de erradicar los objetos de magia oscura que abundaban en esa casa como le decían ellos, o trabajo de limpieza como había apodado el graciento a su arduo y forzoso trabajo. Ese infeliz que se divertía viéndolo encerrado en esa horrible casa, con un igualmente horrible y estúpido elfo que desde siempre había tenido un injustificado odio hacia su persona, aborrecia con todo su ser al pequeño, viejo y horrible sirviente de su madre, tanto como los odió a ellos, a ambos padres, de hecho a toda su familia. Excepto claro, a su tío Alphar, su prima Andromeda y a la familia de ésta.

Por esa razón decidió desde muy joven que si alguna vez lograba salir de aquélla casa sería para siempre y desde que se marcho con James, a la casa de los Potter, hasta hace unos meses había cumplido su promesa, si no fuera porque no tenía otro lugar al cual ir no estaría ahí.

—Buenos días —saludó cuando entro a la cocina y vio a el matrimonio Weasley, a Lunatico y a su sobrina con pelo rosa muy parecido a el que poseía cierta kunoichi de Konoha.

—¡Vaya! Creí que despertarías hasta las ocho más o menos —se sorprendió Arthur Weasley.

—Sí, es solo que estaba muy emocionado porque...

La Orden del Shinobi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora