Capítulo 76.

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[Narra Luna]:

No fuí capaz de articular ni una sola palabra en todo el camino de regreso a casa, no entendía que era lo que me estaba pasando, después de aquel encuentro tan extraño con Matteo, se me había quedado un nudo enorme en la garganta, por alguna extraña razón me sentía mal.
Por fin, la verja de la mansión se abrió cuidadosamente, dejándonos acceder al gigantesco jardín.

—Hey luna..¿estas ahí? No has dicho nada desde que salimos del colegio, ¿te molestó algo o algo?.— Preguntó tímidamente mientras caminaba dando pasos muy lentos.

—Es que creo que Matteo estaba tratando de decirme algo muy importante justo cuando apareciste y la neta me pareció que se fue enojado..— Me encogí de hombros con la mirada perdida, siguiendo el ritmo de los pasos de Simón.

—¿Y eso es lo que te tiene mal no?.— Apretó los labios algo incómodo sin dejar de juguetear con nuestros dedos.

—No sé si sería esa la palabra correcta, más bien preocupada...— Agaché la mirada al cuelo, mientras mal decía mi mala suerte por lo bajo. —Pero bueno, voy a preparar la maleta, únicamente nos dejaron salir para venir a recoger nuestras cosas, comeré con mis papás y ellos me llevarán de vuelta al Blake.— Elevé la cabeza, sosteniendo aún una de sus manos con la mía, apretándola en señal de ánimos.

—¿Te parece si me quedo contigo y luego te acompaño?.— Preguntó con una dulce sonrisa, acercándose a mi para darme un cálido y acogedor abrazo.

—Va a ser muy aburrido, no quiero que llegues tarde a tu turno en el Roller, ni que Tamara se enoje por entretenerte. Podré apañarmelas sola, igual gracias Simón.— Acaricié su espalda con suavidad, separándome lentamente de su abrazo, depositandole un beso en la mejilla.
Me despedí una última vez de él y subí a toda prisa por el césped, hasta llegar a la entrada trasera de la mansión, abrí la puerta y caminé hasta quedar frente a la mesa de la cocina, donde estaban mis dos papás, junto a algunos empleados domésticos terminando de colocar la vajilla y acomodar la comida.

—Luna, ¿cómo estuvo tu día?— La aterciopelada voz de Mónica, inundó la habitación, haciéndome sonreír automáticamente.

—Mal...no quiero hacerme a la idea de que no voy a volver a verlos hasta el viernes, esto es tan injusto.— Me quejé con voz de niña pequeña, dando un ligero golpe con mi mano a la mesa, haciendo reír en carcajadas a mi papá.

—Ay hija, de veras cuanto genio.— Esbozó una gran sonrisa, mientras continuaba riéndose como si le fuese la vida en ello.

—Ya sabes como soy, Luna Valente la chica despistada y torpe pero revolucionaria.— Alcé uno de mis brazos hacia un costado, doblando este para que se notáse mi músculo y así mostrar toda mi fuerza.

—Bueno revolucionaria, mejor guarda toda esa energía para acomodar las cosas cuando llegues a tu nueva habitación en el Blake.— Miguel estiró una de sus manos, indicandome amablemente que me sentara en la silla para comenzar a comer de una vez.

Un hora después, ya habíamos limpiado los cacharros que habíamos ensuciado en la comida y los colocamos nuevamente en su armario correspondiente.
Acomodamos mis cosas de forma ordenada en la maleta, cosa que sin ayuda de mi mamá no hubiera sido posible, hasta me dió tiempo de despedirme de la señora Sharon, todo un record para tan poco tiempo.
Al llegar al colegio, me bajé del coche, las lágrimas se apoderaron de mis mejillas, demostrando que realmente estaba muy triste. Lo que menos quería era separarme de mi familia, estar encerrada en este estúpido colegio complicaba las cosas y no solo con ellos. Me faltará la compañía de Simón y los divertidos entrenamientos en la pista del Jam and Roller.
Encima, ¿cómo se suponía que íbamos a preparar una buena coreografía para la competencia, sin a penas quedar para crearla y ensayar?
Lo peor no era eso, sino descubrir con quien diablos iba a compartir habitación. Tenía mis dos dedos de las manos cruzados, rezando internamente por que fuese con mi mejor amiga Nina, ya que al menos por ahora no iban a dejarnos escoger con quien compartir la habitación, temían que nos pusiéramos a armar demasiado escándalo, al juntarnos con alguien que nos cayese bien.
Lo cual en cierto modo es completamente lógico, aunque para ser sincera, Nina y yo somos unas chicas bastante tranquilas, no creo que con nosotras fueran a tener problemas.
En fin, mejor ir olvidando esta idea, pero solo por el momento.
Mi papá abrió el maletero del auto, sacando de este, mi mochila del colegio y la maleta grande con toda mi ropa y demás cosas.
La puso en el suelo a mi lado, sacando la palanca para poder arrastrarla cómodamente cuando tuviera que desplazarla por el colegio.
Mordí ligeramente mi labio, admirando a mi al rededor, entristeciendome una vez mas.
Giré mi cuerpo con cuidado de no caerme y en un abrir y cerrar de ojos, abracé dulcemente a mis padres.
Una vez termino nuestro pequeño momento especial y emotivo de despedida, me separé de ellos, aunque no sin antes darme un par de consejos.
Mónica acarició con suavidad una de mis mejillas, depositando pocos segundos después un beso en ella.
Agarró la mano de Miguel y entraron para sentarse nuevamente en los asientos traseros del coche.
Agarré mis cosas y caminé hasta la entrada del colegio, dándome la vuelta para ver como se alejaban por la carretera hasta desaparecer rumbo a la mansión.
Solté un pequeño suspiro, intentando relajarme para así cambiar la mala cara que tenía.
Deslicé la maleta por casi toda la planta baja del colegio, hasta dar con las escaleras escondidas, que daban acceso a la planta alta, donde se encontraban las habitaciones.
Cogí la maleta con fuerza y aunque me costó subirla del tirón por las escaleras, tanta concentración dió su fruto, llegué arriba sana y salva.
Honestamente, esto era aún más grande de lo que imaginaba.
Según había escuchado, en la planta baja, habían habilitado la zona de biblioteca veinticuatro horas, una sala de estar enorme con sofás, donde poder ir a pasar el rato y la remejorada cocina con un comedor inmenso.
Justamente girando en la primera esquina, encontré un tablón de corcho enorme, donde estaba colgada la lista con el número de habitaciones y los alumnos que irían en cada una.
Me acerqué cuidadosamente a ella, alzando mi dedo índice para buscar a lo largo de dicho papel mi nombre y apellidos.

Nuestro destino es chocar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora