4-3 Hotel Victoriano

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Notó que su nueva amiga lo miraba con picardía.

-¿No baila, señor Park? -le preguntó Bridget.

-Mi pareja estaba con usted -repuso él.

-Ya no.

Él sonrió.

-Así que el descanso ha acabado, ¿verdad? -dijo, arrastrando las palabras desde detrás de una
cortina de humo.

-Por ahora -repuso Bridget antes de sonreírle a ella-. Puede que volvamos a vernos, cariño.

Recorrió el corredor con paso regio.
A ella le llevó un momento darse cuenta de lo que aquella breve conversación daba a entender.

-¡Eres un capullo! -Se volvió furiosa contra Jimin-. Nos has estado espiando.

-Pues claro. ¿No lo esperabas?

-No, no lo hacía. -Ahora lo entendía todo. No era sorprendente que Bridget tuviera la música apropiada.

-Cuando pago por algo, espero recuperar mi inversión... -él permaneció un rato en silencio-. Y
Bridget no es barata.

-¿Quieres decir que es... que es una profesional? -tartamudeó, con más incredulidad que vergüenza.

-¿Una puta? -Jimin sonrió-. Por supuesto. Y una muy cara. Era bailarina, del Royal Ballet, creo, pero pagaban poco y decidió bailar desnuda. Más tarde se dio cuenta de que con el sexo se ganaba mucho más dinero y mucho más rápido, sin embargo, no seguirá haciendo esto durante mucho más tiempo; está ahorrando para abrir una escuela de equitación.

-¿Qué clase de hotel es este? -exigió-. ¿Hay espejos de doble cara en las habitaciones.

-No se trata de eso. Hay otras formas menos evidentes de satisfacer a la gente lasciva y curiosa. Es un hotel victoriano, y ya sabes que en esa época eran muy sutiles con los agujeros que utilizaban para
espiar. -Dio una calada al puro y lanzó al aire una nube de humo pálido-. Espero que recuerdes los
consejos que te dio Bridget sobre cómo hacer un striptease. No se ha tratado solo de placer, me gusta
recuperar mis inversiones. Practica en casa. Dentro de no mucho tiempo me harás un pase privado, y espero que sea bueno. -Apagó el puro en un cenicero-. Vamos, pongamos a prueba tus cualidades como bailarina.

Disfrutó del resto de la velada. La formalidad contrastaba de manera extraña con las aventuras sexuales en las que había participado, pero en el fondo de su ser seguía ardiendo a fuego lento.
No estaba preocupada por Bridget, una profesional de esa categoría sería discreta, pero Jimin la había puesto en una posición peligrosa en el corredor.
Si alguien la hubiera visto y reconocido, el escándalo la hubiera
arruinado. él había quebrantado las reglas de su contrato y estaba decidida a dejarle las cosas muy
claras.
Después del último vals, Jimin la guio por la pista de baile.
Una majestuosa Margaret se
aproximó a ellos con un brillo inquisidor en sus ojos azules.

-¿Has disfrutado, querida?

-Mucho, gracias -admitió, preguntándose qué diría la anciana si supiera la clase de placer que
había experimentado esa noche.

-Todo ha salido muy bien -aseguró Jimin-. Gracias por todo, Margaret.

-Puedo ser vieja, pero no he perdido mi habilidad.

Los dos se rieron y ella sospechó que compartían una broma privada, pero no supo de qué se trataba. Esperó a estar en el coche antes de enfrentarse a él.

-Has roto las reglas de nuestro acuerdo.

Él quitó la marcha y se detuvo en un semáforo.

-Jamás rompo un acuerdo.

-Me prometiste que cualquiera que fuese la situación en la que me metieras, nadie me reconocería
-le recordó-. Y hoy me has desnudado en un pasillo público y luego... -Vaciló, sabiendo que había
alcanzado un punto en el que ser descubierta había sido lo que menos le importaba-. Ya sabes lo que
has hecho -terminó con voz débil.

-Te hice alcanzar uno de los mejores orgasmos que hayas disfrutado nunca -se jactó él-. Y fue todavía mejor por esa razón, porque estabas tensa por si te descubrían, pero en secreto querías que lo hicieran.

-No es cierto -repuso llena de cólera.

-Oh, no lo reconoces, pero es así. Es lo que realmente te excita. Admítelo.

No iba a admitir nada, aunque sabía que era cierto.

-Me prometiste que jamás me vería en esa situación.

-Y he cumplido mi promesa. -Ella comenzó a protestar pero él la silenció-. No era posible que
te vieran ni te reconocieran. El primer piso está ocupado solo por los miembros de la Orden y sus
invitados.

-¿Y les pediste personalmente, uno por uno, que no aparecieran por el corredor mientras estábamos allí?

-No, no lo hice. Margaret lo arregló todo y se aseguró de que nadie subiera las escaleras hasta que
estuviéramos dentro de la habitación.
-¿Margaret? -No se lo podía creer.

Él sonrió.

-¿No has oído su referencia a seguir las tradiciones?

Lo miró fijamente.

-¿A qué se dedica exactamente esta Gran Orden de Caballeros de la Bandera, Park? -preguntó
en su tono de sala de juntas.

Él redujo la velocidad en un cruce y se detuvo.

-Es una organización benéfica auténtica, que hace piadosas obras de caridad -explicó-. La historia dice que cuando se fundó la orden, el noventa por ciento de sus miembros eran tan rígidos y convencionales que podrías haber dibujado cuadrados con sus cabezas. El resto lo eran un poco menos. -Arrancó el Mercedes-. Cuando estos victorianos en particular se aburrieron de las largas reuniones, idearon la manera de esfumarse en busca de diversión y juegos al piso de arriba. Todo muy discreto; las chicas estaban bien pagadas y no les importaba pasar un buen rato. A lo largo de los años se convirtió en una tradición. Todavía lo es. Siempre acostumbramos a usar el primer piso y aprovechamos todas esas pequeñas ideas que los aventureros victorianos arreglaron para su entretenimiento personal.

-¿Como agujeros para espiar? -Mantuvo la voz calmada y desaprobadora-. No me puedo creer
que Margaret apruebe esto y menos que te haya ayudado.

-La has juzgado mal -aseguró él-. Le gustan estos juegos. Fue ella quien me recomendó a Bridget. -Giró la cabeza hacia ella y sonrió de oreja a oreja-. Margaret también piensa que podrías llegar a ser una buena stripper, solo tienes que practicar. Le gustó vuestro numerito tanto como a mí. Y no te preocupes -añadió con rapidez al ver que ella iba a protestar-, es la discreción personificada. Lleva toda la vida siéndolo. Fue una de las rutilantes protagonistas del primer piso en su juventud.

El paquete que encontró en el buzón a la mañana siguiente solo contenía una grabación y una nota con tres palabras impresas.

«Música para ensayar».

Cuando se puso a escucharla en la cadena de alta fidelidad el clásico de
David Rose, The Stripper,
irrumpió en los altavoces.

90 DÍAS (JM & ___)Where stories live. Discover now