3-3 observada

2.3K 153 24
                                    

La siguiente estancia estaba llena de cuadros. Pinturas, dibujos, grabados con y sin marco. Los que colgaban de las paredes tenían pesadas molduras doradas y eran, en su mayor parte, escenas clásicas con cierta depravación: sátiros con pezuñas, dioses borrachos intentando dar caza a ninfas regordetas...
Podrían haber sido atrevidas en la era victoriana, pero en la época actual nadie arquearía siquiera una
ceja.
Algunas eran algo más explícitas y mostraban penes erectos y parejas acoplándose, pero _____ no encontró excitante ninguna de ellas.
Se preguntó por qué y tuvo que admitir que el comentario de Jimin, sobre los participantes que no
disfrutaban, también era válido para ella. Recordó los dibujos de Ricky Croft. Había palpable placer
sexual en los rostros que había plasmado. La mayoría de aquellas pinturas victorianas mostraban a
personas con miradas inexpresivas. Los artistas se habían centrado en mostrar posiciones pícaras en vez
de placer físico.
La imagen que más le gustó fue una que reflejaba a Leda y el cisne, en la que una desmayada Leda
entrelazaba los brazos en torno al cuello del ave. La pintura era erótica por lo que insinuaba y no por lo
que mostraba. La joven parecía feliz y exhausta después de una enérgica sesión sexual. El cisne tenía un
aspecto enigmático. Sin embargo, pensó que la premisa era ridícula; no existía cisne capaz de complacer
a una mujer, aunque la propia ambigüedad lo hacía resultar interesante.

—Muy clásico —comentó Jimin.

Ella estudió el precio, marcado en la parte de atrás.

—Y ridículamente caro. ¿La gente paga realmente estos precios tan absurdos por esta clase de
cosas?

—Claro que lo hacen. Es original.

—¿Tú lo harías?

—No —repuso él—. Yo no colecciono arte victoriano. —Hizo una pausa—. Ni estampas eróticas.

_____ se preguntó si sería una referencia a los dibujos de Ricky Croft.

—Pero ¿las aceptarías como regalo?
Él se encogió de hombros y se volvió hacia la puerta. Ella lo siguió.
—Quizá. Depende de por qué me las regalen o de lo que esperen a cambio. —Deslizó la mirada por ella y sonrió—. ¿Piensas comprarme un regalo?

—No. No necesito ofrecerte cuadros, me entrego yo misma.

—Tienes razón. Gracias por recordármelo —añadió con frialdad.

Una vez que estuvieron de regreso en el pasillo, Jimin señaló otra puerta.

—Ahí.

Era una suite enorme con un mueble en el centro. Primero pensó que se trataba de un sofá acolchado
de cuero verde, pero luego se dio cuenta de que tenía palancas y anclajes almohadillados a ambos lados, aunque no logró imaginar su propósito. Unas gruesas cortinas cubrían las ventanas. También había un enorme sillón victoriano cerca del sofá.

—Dame tu chaqueta —ordenó Jimin.

Ella se la quitó lentamente.

—Y la blusa.

Se la desabrochó todavía con más lentitud hasta que por fin se la deslizó por los hombros. Él no apartó sus oscuras pupilas de ella en ningún momento.

—La falda... —continuó con voz monocorde.

_____ se quitó la prenda y se quedó con la ropa interior blanca de encaje, el culotte, el liguero, las pálidas medias de seda y los tacones de aguja.
Jimin la examinó muy despacio y ella volvió a sentir que una oleada de emociones encontradas atravesaba su cuerpo. Los pezones se tensaron bajo la fina seda, erizados. Ningún otro hombre había sido capaz de excitarla con solo una mirada. El hecho de que ese pudiera hacerlo le gustaba e irritaba a la vez; le daba un poder sobre ella que no quería que tuviera. Por fortuna, pensó, él no lo sabía.
Pero el atisbo de diversión que brillaba en sus ojos mientras la observaba la llevó a preguntarse si
no lo habría juzgado mal.
Jimin se acercó, deteniéndose frente a ella y clavando sus ojos, ilegibles y
oscuros, en los de ella. Estiró el brazo para quitarle las horquillas del pelo y se lo esparció sobre los hombros antes de entrelazar los dedos entre los mechones y despeinarlos. El leve roce de las yemas en su cuero cabelludo hizo que _____ se estremeciera de placer.

90 DÍAS (JM & ___)Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα