4 Centro de atención

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—¿Cuándo vas a volver a jugar la liguilla?

_____ se dio la vuelta y vio a Bill Hexley a su espalda. Sonrió.

—Bill, soy una mujer trabajadora. No tengo tiempo.

—Todos trabajamos —arguyó Bill— y encontramos tiempo.

—Quizá la próxima temporada —repuso.

Bill se puso a su lado.

—Es una lástima. Eres condenadamente buena al squash.

—¿Para ser una mujer? —bromeó.
Él se rió.

—Jamás te olvidarás de eso ¿verdad? Está bien, de acuerdo, hace unos años era un cerdo machista, pero he cambiado. Mi mujer me ha reformado.

Lo sabe hasta el gato.
Ella recordó todas las sorprendidas murmuraciones que había generado el matrimonio de Bill. Para empezar, nadie comprendía lo que había visto una mujer hermosa como Jackie Harwood en un tipopanzudo como él. Era el típico solterón que jugaba al squash pero fumaba y bebía como un cosaco.
Según le habían comentado, su casa parecía un estercolero; solo fregaba cuando se quedaba sin platos y pasabala mayoría de las tardes en el pub, jactándose de que su deporte favorito era encender el televisor y verla liga nacional de squash. Había sido en una de esas ocasiones cuando hizo aquel despectivo comentario
sobre ella.
Unos meses después se casó con Jackie Harwood y, poco a poco, el empedernido bebedor decerveza se convirtió en un vegetariano consciente de que la salud había que cuidarla y aburría a cualquier
fumador que se le pusiera delante con la historia de que había dejado el tabaco de un día para otro sin
ningún tipo de ayuda y que cualquiera con un poco de autocontrol podría conseguirlo también.

—Deberías casarte —aseguró Bill—. Trabajas demasiado, ¿sabes? Y es una lástima. Búscate a untipo afortunado y hazle feliz.

—No es fácil. Jackie y tú habéis tenido mucha suerte.

De repente se dio cuenta de que, sumidos en la conversación, Bill y ella se habían equivocado de
camino.

—Oye, no quiero ir a la pista de patinaje sobre hielo, sino a casa.

—Lo siento. Jackie está patinando, le dije que pasaría a recogerla. —Se detuvo cuando ella se diola vuelta—. Ve por ahí, es un atajo, te llevará directo a la sala de fitness y desde allí puedes acceder alaparcamiento, pero no se lo cuentes a nadie.

—No lo sabía.

—Un legado de la pereza que dominaba mi pasado. —Bill sonrió ampliamente—. Conozco todos
los atajos. Y de camino echa un vistazo en el cuarto de pesas. Es la noche de las damas, hay un par de
mujeres allí dentro que me provocan complejo de inferioridad. —Imitó una pose de culturismo—.Apenas doy crédito.

De la sala de pesas salía una estruendosa música rock cuando ella se acercó. Curiosa, empujó las
puertas. La mayoría de las mujeres estaban usando máquinas de fitness con expresión de intensa
concentración. Dos charlaban en un rincón. En la pared de espejo vio reflejadas a otras dos mujeres que,
si no fuera por la lycra que marcaba sus senos demostrando que los tenían, podrían haber sido
confundidas con hombres; los músculos abultaban sus brazos y muslos cada vez que alzaban una pesa, las venas sobresalían como cordones y la piel brillaba por el sudor.
Era la primera vez que veía ejercitarse a mujeres culturistas. Le sorprendió darse cuenta de que
ambas mujeres eran bastante atractivas. Puede que sus cuerpos fueran musculosos y fuertes, pero sus caras no estarían fuera de lugar en un anuncio de cosméticos. Las observó alzar pesas que incluso aalgunos hombres les costaría trabajo levantar y se preguntó por qué querían que sus cuerpos resultarantan poco femeninos.

90 DÍAS (JM & ___)Where stories live. Discover now