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Ana lo ayudó a prepararme una cena especial. A eso se refería su mensaje. Bueno y yo ¿cómo iba a saberlo? Supongo que debí preguntar de manera educada antes de ponerme como...

―Quería enseñarte que sí puedo ser comprensivo y que puedo superar lo último que nos pasó. Lo de mi supuesta venganza.

Ay no. Ojalá no me diga que me perdonó, me voy a morir de vergüenza.

―Pero ¿para qué me esfuerzo? ―cuestiona

―Leo...

― ¡Nada! ―alza la voz― Estoy harto.

― ¡Entiéndeme! Fuera de contexto, ese mensaje sonaba raro... Y encima guiñando el ojo...

―No es como si me hubiera mandado un beso.

―Sí, pero...

―Ya, acéptalo. ¡Volviste a hacerlo! Pensaste lo peor. Nunca vas a cambiar.

Me empeño en limpiarme las lágrimas, no tengo ningún derecho de ponerme a llorar. Tampoco queda mucho por decir... Entierro los dedos en el cabello y me aguanto las ganas de arrancarlo. Nuevamente recuerdo las fotos con Damian y el hecho de que Leo no dudó de mí ni un sólo instante. Me dio una dura lección. Aunque me cueste entenderlo, sí es posible manejar los celos, esconderlos, dejar de sentirlos cuando uno sabe que no hay motivos...

― ¡No! ―reacciono en cuanto pretende girarse― No te vas a ir, no te voy a dejar.

Apreso su cuello entre mis brazos y hasta me armo de coraje para verlo en los ojos. Estoy a punto de ponerme muy egoísta pero da igual. Esta vez lo rogaré por horas si sea necesario.

―Suéltame.

―No hay que ponernos tercos.

―Soy insoportable, que le vamos a hacer... No, disculpa. Intolerante. ¿Era eso?

―Ya no importa ―respondo―. Te quiero a mi lado.

― ¿Para qué? ¿Para que sigas con tus escenitas? ―de pronto su voz pierde fuerzas― ¿Para ponerme a más pruebas?

―Para... amarte... ―susurro, uniendo nuestras frente y cerrando los párpados― Por favor.

―Sólo me haces daño.

Su respuesta me revuelve. Por un momento, mis manos lo quieren soltar pero terminan aferrándose más. Mi cuerpo busca el calor del suyo, anhela un abrazo que no parece recibir, pues Leo se quedó estancado. No reacciona de ninguna manera.

―Suéltame. Quiero irme, quiero estar solo.

―Sé que no vas a volver.

Exhalo en un intento de contener el llanto, aunque eso provoque que mi pecho explote.

―No lo aguantaría. ―agrego

―No sabes cuánto me esfuerzo para no decirte tus verdades... No me provoques.

En un arranque de desesperanza, decido callarlo de la peor forma. Más bien, el objetivo es convencerlo. Sin embargo, apenas rozo sus labios y echa la cabeza para atrás, mientras intenta escaparse de mi agarre.

― ¡Que no vas a arreglarlo así! ―me grita; maravilloso, sólo he desatado el infierno

No me queda de otra más que soltarlo.

―Voy a salir a tomar aire. Y voy a volver, pero por mis cosas. Por ahora sólo quiero dejar de verte la cara.

Me alivia que no haga sus maletas aún. Tengo la esperanza de que vuelva más tranquilo y podamos comunicar. Éste no puede ser nuestro fin. Soy una estúpida.

¿Aún planeamos el divorcio? © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora