Epílogo

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     Se despertó. Sin saber en que lugar se encontraba. Miró a su alrededor y sólo observó unos cuantos peluches y flores en una mesa enfrente de ella. Estaba dentro de un cuarto de hospital. Trató de levantarse pero le dolía todo su cuerpo.

     Una mujer extraña vestida de enfermera entró en la habitación y la miró sonriente.

     —Señorita Seyfried, me alegra que haya despertado —la mujer tiene una llena de gentileza y dulzura —. Me alegra decir que usted y su bebé están bien. Para haber sido arrollada por un auto no tiene ni un solo rasguño.

     —Espere un momento —la interrumpió al darse de cuenta de lo que escuchaba —. ¿Cuál bebé?

     —¿Cuál bebé? —repitió la enfermera un poco sorprendida —. Usted lleva tres semanas de embarazo, ¿acaso no lo sabía?

     —¿Embarazada?

     —Sí.

     —¿Dónde está Giovanni? —trató de incorporarse, de nuevo, pero está vez no le importó el dolor, necesitaba sentarse.

     —Oh —dijo la enfermera bajando la mirada —. Supongo que él era el padre del bebé. Lo lamento, señorita, el joven Sprouse llegó sin vida al hospital y no lograron reanimarlo.

     Él ya no estaba. Él nunca supo lo que realmente sentía ella. Ella lo amaba con todo su ser, pero tenía miedo de que él rompiera su corazón gracias a las duras palabras de Paris Sprouse. Si él la amaba daría la vida por ella, y así fue. Él se ha ido por su culpa.

     Se suponía que ella recibiría el don de él, pero no sentía que se curara del dolor. Entonces, pensó. Ella no había heredado nada, el don fue heredado por el bebé. El bebé que llevaba en su vientre. El bebé de Giovanni Sprouse.

     —Te amo, Giovanni —suspiró mientras se acostabade nuevo sobre la camilla.

La Maldición del BenditoWhere stories live. Discover now