Capítulo 7

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     Giovanni llegó a su trabajo, al día siguiente, antes de la hora. El auto de Ed ni el de Sylvia estaban. Como poseía una copia de la llave de la puerta trasera, entró. Misteriosamente, las luces de almacén estaban abiertas.

     Tal vez Ed o Sylvia vinieron sin el auto, tal vez Camilo llegó temprano en su bicicleta...

     Llamó a gritos, pero nadie respondió. Su corazón se aceleró en pensar que podría ser algún ladrón y caminó sigilosamente hasta llegar a la puerta que llevaba a la tienda. Está estaba cerrada. Al rebuscar en su bolsillo las llaves para abrirla, escuchó unos quejidos y un llanto ahogado escaleras arriba.

     ¿Estaría alguien en peligro? Echó un vistazo escalera arriba pero no se veía nada. Tomando toda la valentía que podría ofrecerse, subió las escaleras sin hacer ruido. Al llegar arriba el lugar estaba vacío, pero aún escuchaba los quejidos y el llanto ahogado.

     —¿Quién es? —gritó acercándose al origen del llanto. La última puerta de ese piso era un cuarto de baño y el llanto provenía de allí. Cuando habló escuchó como la persona se colocaba de pie dentro del baño y se apoyaba de la puerta cerrándola.

     —Soy yo.

     Su corazón se relajó al escuchar la familiar voz de Camilo.

     —¿Te encuentras bien?

     —En las mejor condiciones.

     Giovanni se acercó a la puerta y colocó su odio muy cerca para escuchar mejor hacia adentro. Camilo se sorbía la nariz y chillaba muy bajo. Preguntó nuevamente qué si se encontraba bien, y dio la misma respuesta. Pero, en la segunda ocasión, su respuesta no fue convincente.

     Trató de abrir la puerta pero el peso de Camilo no se lo permitió. Lo volvió a intentar varias veces, hasta que por fin cedió. Al entrar, Camilo estaba desangrándose y poco a poco perdía el conocimiento.

     —¿Quién hizo esto? —le gritó a Camilo mientras se arrodillaba a su lado. La cabeza le comenzó a dar vueltas por ver la sangre emanar sin censar de las muñecas de su amigo. Junto al cuerpo de su amigo estaban las armas que le causaron aquel daño — ¿Qué pensabas? ¿Tratabas de suicidarte?

     Giovanni tomó la hojilla y notó en ella un pedazo de piel morena unida con mucha sangre. La arrojó al cesto de basura y colocó sus manos sobre cada muñeca de Camilo sin pensarlo. Por suerte, Camilo seguía vivo y eso sólo implicaba que envejecería más pero valía la pena para salvarlo.

     Claro está, si Camilo hubiera muerto... ¿Giovanni estaría dispuesta a dar su vida por su amigo cómo lo hizo su padre con él? Naturalmente, lo hubiera dejado morir. Nacer, vivir, morir.

     Mientras que el conocimiento volvía a Camilo, Giovanni perdía el suyo.

     Al despertarse, Sylvia estaba arrodillado a su lado en el suelo del cuarto de baño. Ella tenía los ojos hinchados de tanto llorar y su respiración era acelerada.

     —Creí lo peor pero Camilo me dijo que esta sangre no era tuya —le dijo Sylvia antes de besarlo. Con un poco de ayuda se colocó de pie, y logró mirarse en el pequeño espejo del cuarto de baño. Su ropa y su cabello estaban cubiertos de sangre. Ver esa imagen reflejada le dieron nauseas, aunque no sólo fue ver la sangre, también influyó un diferencia notable en su apariencia.

     Unas semanas atrás había mirado su rostro a la perfección y se había gravado cada rasgo. Aún tenía una apariencia joven, pero ese momento al estudiar nuevamente su rostro era diferente. Era más adulto. Respiró hondo y salió del almacén sin comentar nada para no alterar a Sylvia.

La Maldición del BenditoWhere stories live. Discover now