Capítulo 4

12 3 0
                                    

     Durante la mañana siguiente unas nubes grises ocultaron el cielo azul y el sol imponente. Cuando comenzó la lluvia torrencial ocasionó un apagó. La tienda estaba vacía y sin electricidad. Estuvieron los cuatro trabajadores sentados hablando trivialidades. Mejor dicho, los demás hablando y Giovanni escuchando.

     —Siempre eres callado pero hoy estás mudo —le dijo Eddrick —. Vamos, Giovanni, no te pediré qué me cuentes de tu vida pasada porque lo he hecho antes y no he logrado nada. Mejor dime, ¿qué harás este fin de semana?

     —¿Qué ocurrirá este fin de semana? —preguntó Giovanni alzando la mirada de sus zapatos.

     —Pensé que por lo menos escuchabas lo que hablábamos —le acusó Camilo —. Hemos estado hablando de eso todo este rato y no has escuchado nada. Eres muy extraño, Señor Misterioso.

     —Muy extraño —corroboró Sylvia. Con la mirada de desdén que le lanzó disimuladamente a Giovanni. Este supo que en su afirmación había algo más, algo entre ellos dos, lo ocurrido la noche anterior.

     —Decíamos para ir a acampar este fin de semana —le explicó Ed —. Iría Camilo y su pareja, Helen y una amiga, Sylvia, tú y yo. Claro si te animas.

     —Lo pensaré —respondió el aludido.

     —No lo pienses mucho —le pidió Camilo —. Se efectuará entre dos días. Claro si el tiempo mejora. Aunque ya está dejando de llover.

     —Vamos anímate —continuó Ed —. Será divertido. Además, la última vez que te vi hacer algo divertido fue en la fiesta de Helen.

     La fiesta de Helen. Le sorprendió saber que él estaba allí, en esa fiesta, en el primer momento penoso y sensual de su vida. ¿Por qué cree que me divertí aquella noche? Fue, y será, el peor día de su vida. Pobre Giovanni se le revolvió momentáneamente el estomago.

     Y a sí, también, como él, Sylvia reaccionó a aquella noche y se levantó para acercarse al escaparate principal. Giovanni la siguió con la mirada sin decir nada al respecto. Los demás no pensaron que aquel gesto fue importante, porque los demás no conocían lo ocurrido y eso sólo quería decir que ella no había hablado de él con su hermano y menos con Camilo.

     —Señor Misterioso —dijo Camilo chasqueando los dedos —. ¿Irás?

     ¿Ir sería lo correcto? Estar en el bosque con Sylvia podría ayudar a que todo se solucionara. Podría explicarle, y seguramente ella entendería. Serían felices. Se enamoraría ella de él. Grandioso.

     —Iré.

     Los dos días más largos de la vida.

     Su madre le dijo que era fabuloso que se fuese por esos dos días y viviera experiencias. Me pidió que le prometiese que volvería sano y salvo, sin envejecer y lo más extraño fue las últimas palabras antes de irse: Te extrañaré.

     Si darle mucha importancia, tomó su mochila y marchó por el camino de tierra hasta llegar a la camioneta familiar gris de Eddrick. Dentro estaban: Ed (como conductor), Helen (de copiloto), en el asiento trasero Sylvia, una chica que desconocía y un asiento vacío, luego junto a las mochilas estaban Camilo y un chico desconocido.

     Se subió junto a la chica desconocida. Las presentaciones fueron rápidas. La chica desconocida era Natasha y el chico desconocido era Aiden. Ver la chica era como ver a Barbie con caderas más anchas y más de todo; y ver al chico era como ver a Ken con el cabello color azabache.

La Maldición del BenditoWhere stories live. Discover now