Capítulo 2

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     Era tarde. Giovanni acaba de salir de la tienda, culminando su jornada de trabajo, e iba caminando a su casa. Como todos los días desde hace tres semanas, aproximadamente. La noche estaba despejada, las estrellas estaban en su mayor esplendor en el cielo. Él extrañaba eso. Caminar por las noches entre las calles y observar las casas en la oscuridad, el cielo hermoso abriéndose paso sobre él... Simplemente hermoso.

     Mientras observaba el cielo no notó cuando el auto se detuvo justo a su lado. El auto rojo llamativo de Sylvia.

      —Oye, Señor Misterio, ¿te llevo?

     Señor Misterio... Para Ed, Camilo y Sylvia, Giovanni Sprouse era un gran misterio. Él era muy callado y sólo hablaba lo justo y necesario. Siempre estaba imaginando, pensando, ilusionándose de la vida. También, pensaba en la muerte. La muerte de su madre. Estaba tan anciana y en algún momento moriría, pero él hacía todo lo posible por postergar ese día.

     Sin pensarlo mucho se acercó al auto y subió en él. El olor a auto nuevo inundó sus fosas. Cada detalle del auto estaba reluciente. Y pensándolo mejor, no recordaba que Sylvia tuviera un auto hasta hace unos pocos días atrás.

     —¿Te gusta? —le preguntó la chica haciendo referencia al auto. Giovanni, y su escasa sabiduría de la vida y de... autos, asintió —. Tienes que ayudarme a bautizarlo.

     —Bautizarlo —repitió Giovanni gradualmente cada sílaba.

     —Sí —la chica sonrió y colocó el auto en marcha —. Mi auto necesita un nombre. Es hombre, y llevo estos dos días pensando un nombre pero no logro decidirme por cuál de los dos: Tony o Rogers.

     —¿Cómo los vengadores? —preguntó el chico.

     —Exactamente, por fin alguien entiende —exclamó la chica eufórica —. Dime cuál es mejor.

     —¿Por qué escoger uno cuándo puedes utilizar ambos?

     La chica sonrió. Giovanni no podía dejar de mirar el cielo pasar y con el viento en su rostro se sentía libre. Se sentía normal. El viento jugaba con su cabellera rubia y larga mientras su mente jugaba con la imaginación. En ese momento sentía que podía hacer y decir lo que quisiese sin importar qué.

     Ciertamente, sólo había subido en tres oportunidades a un auto, y las tres habían sido con los vidrios arribas, y jamás creyó que sentir el viento en el rostro pudiera ser igual de placentero que curar a alguien.

     —Dime de una vez —le dijo la chica sacándolo de su trance hipnótico con un golpe ligero. Giovanni la miró a los ojos cafés, que por un momento le parecieron únicos y hermosos —. Te he preguntando qué, exactamente, dónde vives. Me dijiste que la zona granjera, pero ese lugar es grande.

     —Cruza aquí a la derecha —le indicó Giovanni al llegar a la intercepción en forma de Y —. Puedes dejarme aquí, iré caminando el resto del trayecto para evitarte problemas.

     —Ningún problema —le espetó la chica —. Mejor y cuéntame de ti.

     ¿Qué podría decir él de sí mismo? Hola, soy Giovanni Sprouse y tengo un extraño don que no me deja envejecer. Un don de curación, para ser exacto. Cada vez que utilice mi don perderé parte de mí, hasta volverme más anciano y morir finalmente. Para llegar a eso, posiblemente, duré unos cien años más. Mi madre nunca quiere hablar sobre mi padre, pero tengo la leve sospecha de que murió por mi culpa. Sé que tengo que enfrentar a mi madre y pedir respuesta de quién me dio este don pero no quiero hacerlo porque está tan anciana y podría morir. No, no sería justo para ella procesar tanta información espeluznante.

La Maldición del BenditoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum