¡Ay, qué nochecita!
Le aposté de todo.
Tú viniste cazador.
Y la presa, se regocijaba.
Temblaban las manos.
Se quemaban los alientos.
Sobraban las ropas.
Nos desvestimos urgidos.
No sabía que era solo de aquello
y desmantelé también el alma,
pero no pasaste de las tetas.
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Mala, muy mala, pero te quiero
PoesíaAlgo que escribo cuando en el jardín de la vida, me encuentro una rosa o me pincha una espina.